No hay una receta mágica y no todos los procesos emocionales son los mismos para todos. Sin embargo, quiero compartirte lo que a mi me ayudó a amar mi cuerpo y vivir en paz con el templo de mi ser.
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Aceptar mi realidad personal: con ello no quiero decir que debas ser conformista. Me refiero a que si seguimos esforzándonos para que otros nos amen, acepten y cambien, estaremos desperdiciando energía maravillosa que es mejor dirigirla a atender nuestras necesidades, y ende, no dependeremos de lo que piensen otros para ser felices. Aceptar que no puedo cambiar a mi familia, amistades o pareja, solo puedo cambiarme a mi.
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Dejar de ser tan perfeccionista: Nadie es perfecto y el error no es fracaso, sino una oportunidad de aprendizaje. Cuesta mucho aceptarlo, y reconozco que es algo que aun trabajo, pero creeme, es mucho más sano en todos los sentidos el entender que no vale la pena el exigirte estar siempre perfecta, porque nunca lo lograrás!. Es una meta irreal y si parte del rechazo disfrazado de motivación, será peor.
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El dejar de competir. Es parecido al anterior. No vale la pena el querer ser como X o Y persona, puesto que cada ser humano tenemos algo que nos hace especiales. Además, el físico es solo una caracteristica, no es lo que somos en totalidad. Otro punto es que a veces comparamos nuestro interior con el exterior de otros. No hay punto de comparación, puesto que la gente siempre tratará de mostrar lo mejor de si y a ocultar cosas que quizás te sorprenderías si las supieras. En vez de compararte, centra tu atención en que partes de tu cuerpo te gustan y cuáles te ayudan a hacer lo que haces en tu día a día. Eso es un gran paso.
Entonces, estas pautas pueden ayudar mucho en tu camino a la aceptación. Nunca es tarde para empezar.