¿Los artículos de tu blog publicados aquí? ¡Propón tu blog!
INICIO
›
MÚSICA
Como en casa
Publicado el 16 enero 2016 por
Pablosiana
@pablosiana
Viernes 15 de enero
, 20:00 horas
. Auditorio de Oviedo, Abono 4
OSPA
,
Joaquín Achúcarro
(piano),
David Lockington
(director):
Evocaciones
. Obras de
Brahms
,
Rachmaninov
y
Dvorak
.
Enero es el retorno a la normalidad y nuestra
orquesta asturiana volvía
con su principal director invitado y con
el pianista
que más veces ha tocado
en Oviedo
, el bilbaíno
Joaquín Achúcarro
al que se le quiere como un asturiano de adopción que no parece cumplir años. Cuando se celebraban en 1964 los 25 años de la primera Orquesta Sinfónica de Asturias, también conocida como Orquesta de Cámara "
Ángel Muñiz Toca
", entonces dirigida por
Don Vicente Santimoteo
, se contó con
Achúcarro
y su esposa
Emma
Jiménez
que interpretaron el concierto para dos pianos de
Poulenc
, y ahora en las bodas de plata de la actual
OSPA
también nos
ha vuelto
a deleitar
Don Joaquín
, a quien "
Codalario
" distinguió en 2014 con el "Premio a toda una carrera", no ya de
intérprete
sino también de
docente
, algo de lo que nuestros políticos deberían tomar nota.
Y realmente normal fue que se convirtiese en el protagonista del cuarto de abono con una obra diríamos "fetiche" para él, como contaba a OSPATV, tocada más de 100 veces, debutada en
Siena
allá por 1956 nada menos que dirigida por
Zubin Metha
aún estudiante, o haber ganado con ella el Concurso Internacional de
Liverpool
en 1959, la
Rapsodia sobre un tema de Paganini, opus 43
(
Rachmaninov
) que data de 1934 estrenada por el propio compositor en Suiza, volviendo a demostrar el dominio del piano tanto en la escritura como en la interpretación de este "
quinto concierto
" que exige el verdadero virtuosismo para todos, desde el solista que debe pasar al piano las diabluras del violín de
Paganini
y sobre todo para la orquesta, difícil encaje rítmico si se desea la mejor concertación posible especialmente en las variaciones rápidas. Ésta fue la única pega de una obra que
Joaquín Achúcarro
tiene interiorizada desde sus inicios (y que celebrase los 18 años de la OSPA en Madrid) siempre aportando cosas aunque no logró transmitirlas al podio, dándose momentos desajustados para una orquesta que iba detrás del solista, especialmente en el unísono del glockenspiel con el piano que casi finaliza un compás antes. Pero si una de las grandezas del pianista vasco es la continua búsqueda del sonido, no queda a la zaga
el director británico
afincado en EE.UU. al igual que
el bilbaíno
, alcanzando con la
OSPA
sonoridades ideales para esta obra, especialmente en la más conocida de las 24 variaciones, tan cinematográfica como recuerda
Hertha Gallego de Torres
en las
notas al programa
(que también están en el
Facebook© de la orquesta
), obra de la que atesoro en vinilo una grabación de
Earl Wild
que casi rayé de tanto ponerla en el plato.
El
maestro
Lockington
consigue siempre que dirige a nuestra formación un sonido diría que amable, sin estridencias, conocedor del potencial que atesoran todos sus músicos y la belleza interpretativa en cada intervención solista, desde el concertino
Vasiliev
al oboe de
Ferriol
o del clarinete de
Weisgerber
a la flauta de
Myra Pearse
, solo por citar algunas de las joyas de la rapsodia en bella pugna con el piano.
Achúcarro
no tiene la fuerza de hace años pero mantiene el gusto característico, la pulcritud de sonido y el rigor hacia la partitura con una técnica todavía impresionante. Y si había dudas tras los detalles antes apuntados, aún nos regaló tres propinas de quitar el hipo:
El
Nocturno para la mano izquierda op. 9 nº 2
de
Scriabin
nos recordó su homónimo con orquesta de
Ravel
que está entre los preferidos del amplio repertorio
del bilbaíno
, demostrando la capacidad de emocionar al cien por cien solo con una mano.
Pero el público, ovetense en particular y asturiano en general, le quiere y aplaudió a rabiar, cálido homenaje a un bilbaíno que sentimos como nuestro, por lo que no reparó en volver a sentarse al piano para seguir emocionándonos con su
Chopin
, otro referente de gusto francés tan cercano a los vascos, primero el
Vals nº 14 en mi menor, op. póstumo
impecable, con hondura y sentimiento, para después sin apenas mover su característico flequillo blanco por unos años que no pasan para sus dedos y engrandecen cada interpretación, el
Preludio op. 28 nº 16 en si bemol menor
, virtuosismo sin concesiones a la galería porque tocar en casa es hacerlo para uno mismo, algo que siempre le agradeceremos porque "
la vida es más bella con música
".
Brahms
abría concierto con la
"Obertura trágica" en re menor, op. 81
(1880), con el
sonido amable Lockington
al que hacía referencia anteriormente, buscando la pureza sin extremismos, dinámicas amplias sin estridencias, cuerda aterciopelada nunca hiriente con unos graves redondeados y buen sustento armónico, madera llena de matices con una tímbrica homogénea y metales empastados solamente exigentes en intervenciones puntuales, transmitiendo ese gusto por dejar fluir la música bajo control, lo que agradecen partituras como las elegidas para este programa de abono.
David Lockington
transmite a la orquesta desde su gesto amable el gusto y respeto por la música bien entendida sin aspavientos ni exageraciones cara a la galería.
Y más aún lo alcanzó con la
Sinfonía nº 6 en re mayor, op. 60
(1880) de
Dvorak
, un compositor al que la
OSPA
parece tener cual confirmación cada vez que lo interpreta, siempre con distintos directores como si la entendiesen a la perfección de principio a fin, lo que con
Lockington
resultó especial precisamente por coincidir en esta búsqueda de la perfección, apreciación muy subjetiva pero que nunca me ha fallado porque la propia plantilla es ideal para las obras del checo, escritas para sacar de la orquesta toda la riqueza que de ella esperamos. Desde el poderoso
Allegro non tanto
ya presentía que la sinfonía iba a resultar redonda, dinámicas muy trabajadas por todas las secciones, presencias medidas desde una dirección precisa que transmite seguridad a la orquesta, trompas y maderas en este primer movimiento sin desmerecer el resto, con un empuje que nunca decayó sin necesidad de acelerar en los fuertes y arrancando aplausos de unos pocos espectadores. El
Adagio
aumentó el nivel de musicalidad, fraseos impecables, unos solos de trompa de
Morató
delicados bien acunados por cuerda y madera, tensiones bien resueltas, contrastes dinámicos muy trabajados, "fortes" con los metales poderosamente presentes frente a los "pianos" de un oboe cristalino (en esta segunda parte
Romero
), timbales marcados sin un exceso, todo anímicamente preparando el
Scherzo (Furiant): Presto
en una nueva demostración del entendimiento total y global para la interpretación, partitura, podio y atriles llenos de la vitalidad de ese ritmo endiablado perfectamente encajado de
hemiolia
, también contrastados con el reposado trío donde los sutiles piccolo y clarinete parecían luchar con la cuerda por ese latido orgánico donde trombones y tuba igual sonaban cual contrabajos soplados que se imponían cual órgano sinfónico a las indicaciones del maestro
Lockington
, exigente con una cuerda vertiginosa en la que escuchamos todas las notas sin perder pulsión ni ímpetu desde el sello inconfundible de un
Dvorak
que siempre orquesta magistralmente (dedicada esta sexta a
Hans Richter
en la dirección de la Filarmónica de Viena) desde una paleta tímbrica realmente personal, para rematar el
Finale: Allegro con spirito
de la mejor forma posible, implicación de todos en alcanzar la excelencia, intervenciones solistas magníficas y cuerpo orquestal compenetrado para una musicalidad que no debería faltar nunca, triunvirato Dvorak-Lockington-OSPA que parece sinónimo de calidad y cercanía, sintiéndonos cómodos, es decir como en casa...