Tal como lo esperaba, he pasado unos días excelentes en Lima. No hice todo lo que quise, lo que me recordó que es difícil programarse con dos semanas de anticipación en una ciudad tan movida. Sin embargo, lo que tuve llenó en parte los espacios vacíos con los que llegué de Cusco.
¿Cómo encontré Lima? No quiero herir susceptibilidades, pero la encontré recontra hipster. Todo bien con los hipster (a veces creo que también lo soy un poco), pero tuve esa horrible sensación de estar rodeado de personas falsas, que no tiene idea de qué son y que para ser algo se ponen capas de maquillaje, pelos que no son suyos, ropas de colores que no les gustan, con el fin de agruparse en el grupo de los que no saben qué quieren ni dónde están.
Fui a un par de conciertos. En Cusco siempre está la idea de que en Lima hay “escena” musical que la rompe. Quería verla. Claro, no me da tiempo para ver y conocer toda la escena hoy, pero lo que vi me dejó desilusionado. Esperaba encontrar carácter, innovación, huevos, fuerza. Lo que vi fue gente que tocaba para inflar su ego, para recibir aplauso y chequear a las chicas que iban a verlos. No vi más que pose.
Busqué lugares para tocar pero no tuve suerte. Hubo bares que ni siquiera me respondieron, otros que sí pero que no pagan o te cobran parte de tu entrada, otros que no pagan pero hacen cosas valiosas para otros, adonde sí vale la pena ir y ahí fui. Conocí el proyecto de Ayllu Ruwasunchis, que trabaja con tejedoras de Manchay e hicieron un concierto pro fondos en La Noche de Barranco, así que no todo está perdido, al contrario, me voy con esperanza.
Lima ciudad me sorprendió porque ningún día me sentí encerrado por el tráfico. Diría que está mejor –o menos peor– que antes. Nunca llegué tarde a mis reuniones, la congestión era moderada y hasta la pasé bien como para leer un libro en la combi. Vi Lima más limpia, más ordenada, más bonita. Me mató un poco que no salga un solo día el sol, salvo una tarde, por un par de horas y pude ver esos colores que solo Lima tiene cuando atardece.
Una noche, después de festejar el cumple de uno de mis mejores amigos en Miraflores pasé por Pizza Hut del Parque Kennedy a comer algo y me sorprendió ver tanta gente borracha adentro, todo era un caos, chicas y chicos cayéndose, todos con caras de querer matar a alguien o hacerse a alguien embadurnado en alioli. Pero solo vi miradas zombies, asustadas, sin nada adentro. En esos momentos quería encontrarme con alguien de sonrisa sincera, alguien para hablar nada más.
Vi, conocí y me encontré con gente activa, despierta que quiere hacer grandes cosas ya. Gente que está harta de la forma actual y cree que solo leer, escribir, cantar y crear cosas nos salvará del hoyo. Con algunos de ellos compartimos nuestros horóscopos mayas y vimos que teníamos mucho en común, como para no olvidar que la conexión existe y siempre está ahí.
Vi una ciudad que quiere mejorarse a sí misma de cualquier manera. También bastante paranoica y obsesiva con “modernizarse”. Vi más rejas, más candados, menos confianza en el otro, más y mejores carros, combis nuevas pero todos empujándose para entrar primero. Encontré una ciudad que, de formas que no comparto, quiere ser mejor, pero trata tanto que enternece. Vi una ciudad que no para, que quiere hacer algo, vi ese encanto que tiene Lima ante todo, sentí su propia personalidad que habla sola. Me dejé amar por su suave brisa marina que me dijo que, después de todo, todo está bien.
Me voy de vuelta a Cusco animado de seguir y cambiar las cosas, o mejor dicho, cambiar las cosas en mí para cambiar cosas por fin. Gracias Lima la bella, te amo enormemente y ansío regresar, como siempre.
Manuel Vera Tudela es músico, escritor y periodista. Actualmente vive en Cusco.