Cómo evitar la frustración

Por Carlos Melero Bascones @Gotasdecoaching

Superar la frustración ante los fracasos

Una vez escuché a alguien decir que los objetivos se logran o no se logran, no existen puntos medios.

Esto es algo con lo que no estoy de acuerdo, aunque imagino que depende de las circunstancias. Puede ser una afirmación acertada cuando estamos hablando de metas específicas y medibles, pero las metas suelen tener detrás una intención más profunda que, en el caso de ser lograda de una u otra forma, dejarían cubierta la necesidad inicial.

Por ejemplo, si una persona quiere (o necesita) ganar más dinero, es posible que se centre en encontrar un nuevo trabajo e identifique ese objetivo como su necesidad: “Necesito otro trabajo”. Pero si le toca la lotería ya no lo necesitará. Porque su meta no era el trabajo, era el dinero, y el trabajo era un medio. Del mismo modo que el dinero es, en sí mismo, un medio para satisfacer necesidades y deseos.

Aquellas personas que corren en la estación para subirse al tren que está anunciando su salida, te dirían que su meta es subirse al tren, pero no es cierto, su meta es llegar al destino a tiempo. Y, seguramente, esa afirmación también sería discutible porque llegar al destino también tendría un motivo posterior.

La obsesión por conseguir o no conseguir nuestros propósitos puede apartarnos del motivo inicial. Muchas veces nos sucede que queremos conseguir algo y nos centramos en el medio o las herramientas hasta el punto de que luego confundimos las prioridades.

Recuerdo el ejemplo de una secuencia de dibujos animados en la que un personaje exageradamente absurdo quería conseguir unos caramelos que estaban en la parte alta de unas escaleras mecánicas que no lograba subir. Se empeñó tanto en subir las escaleras que olvidó que lo que quería realmente eran los caramelos y cuando los tuvo a su alcance, el personaje siguió empeñado en subir, dejando de lado las golosinas. La escena podía ser divertida, pero era la representación de un comportamiento frustrante y real.

Cuando las personas pensamos que algo se consigue o no se consigue y que el resultado es blanco o negro, estamos dejando de lado una amplia gama de posibilidades de realización.

Cuando una persona se pone en marcha es porque quiere mejorar una situación y/o alcanzar un estado. Para conseguirlo, se fija la meta que realmente es el medio elegido para alcanzar ese estado.

Así podemos encontrar a personas que quieren tener dinero para conseguir la seguridad necesaria en sus vidas y luego olvidan que lo que buscaban era la seguridad y no el dinero.

También hay padres que quieren que sus hijos sean felices y para ello se centran en darles una educación que les permita desenvolverse en el mundo y que, al tiempo, los hace infelices.

Es como quien abraza a un bebé para protegerlo y en el empeño lo asfixia

Tengo la experiencia de que casi todo lo que las personas dicen querer e identifican como una meta, es realmente un punto medio para conseguir algo más relevante, pero lo olvidan. Y cuando no lo consiguen se frustran.

Pero no tiene por qué ser así, tenemos la capacidad de, cuando una meta parece inalcanzable, analizar para qué la queríamos y ver la forma de alcanzar ese estado de otra forma.

Estoy hablando de “estado” porque entiendo que (casi) todas las acciones están dirigidas a alcanzar un estado interior. Y ese estado interior deseado es posible que pueda satisfacerse total o parcialmente por otros medios. Si el lector duda de esta afirmación, puede preguntarse a sí mismo para qué quiere lo que quiere y seguir preguntándose “para qué” hasta llegar a algo que es suyo, propio e interno.

Manteniendo los ejemplos del mundo laboral, hay quien siente que necesita cambiar de trabajo porque necesita sentirse útil. Cuando determina que eso pondría en peligro su estabilidad económica, decide no hacerlo y concluye que su meta es imposible. Tal vez no se haya parado a pensar que ese estado lo podría conseguir sin poner en riesgo su futuro profesional buscando la realización en otro entorno. Su objetivo no era cambiar de trabajo, sino volver a sentirse útil, olvidar esto lleva a una frustración innecesaria.

La clave está en saber para qué quieres lo que quieres. Muchas veces existen más opciones de las que vemos, sobre todo cuando nos fijamos sólo en la meta tangible que queremos alcanzar y que hemos elegido como forma de satisfacer una necesidad.

Algo así sucede cuando voy a la ferretería a por una herramienta y el dependiente me pregunta “¿Para qué lo quieres?”. Él no es coach, pero sabe que lo importante es el para qué, la herramienta es un medio. Por eso, la primera pregunta en mis procesos de Coaching Realista es “¿Qué quieres?” y la segunda suele ser “¿Para qué lo quieres?”. El resultado de esta combinación suele ser sorprendente.

Una última pista: si crees que el “para qué” es evidente y no necesita responderse, es posible que estés a punto de encontrar  algo interesante, anímate a responder a preguntas como ¿Para qué quiero el dinero? ¿Para qué quiero mantener a mi familia? ¿Para qué quiero irme de vacaciones? ¿Para qué quiero estar con mi pareja?

Y, por supuesto, si quieres superar la frustración, pregúntate:

¿Para qué querías lo que no pudiste conseguir? 


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