Cómo fomentar la autonomía en los niños

Por Bibiana
Lo que a priori puede parecer una pregunta sencilla con una respuesta evidente, en la práctica parece no ser tan sencillo ni tan evidente. Esto es así porque existe cierta confusión en torno al significado de autonomía.
Según la RAE , entre sus distintas acepciones, la autonomía es la condición de quien, para ciertas cosas, no depende de nadie.
Sin embargo, la autonomía y la dependencia no están reñidas ni entran en conflicto . Todas las personas en cierta manera dependemos de nuestros semejantes; como seres sociales necesitamos de la existencia, la interacción y la intervención de otras personas para desarrollarnos en las distintas facetas de la vida. Dicho de otra manera,  las personas somos interdependientes unas de otras; y esto no quiere decir que no podamos ser a su vez autónomos y personas con iniciativa y soberanía  propia.
Que los niños y las niñas necesitan de sus padres para sobrevivir, desarrollarse y aprender es evidente. Esta dependencia natural es lo que les permite crecer de una manera sana y equilibrada. Y esta dependencia física y emocional no es incompatible con la adquisición progresiva de la autonomía. Más bien es lo que la hace posible. Los niños y las niñas que crecen en un ambiente familiar respetuoso,  donde el afecto, la comprensión y los límites coherentes les brindan la seguridad que necesitan para un óptimo desarrollo a todos los niveles, son los que adquieren con mayor éxito  la capacidad de ser autónomos y libres.
 QUÉ ES LA AUTONOMÍA Y CÓMO SE FOMENTA
 El origen de esta palabra es el latín. Etimológicamente, autonomía significa la norma de uno mismo.
La autonomía es la capacidad de realizar las cosas por sí mismo, sin requerir la permanente intervención , presencia y aprobación de otras personas . Ser autónomo implica tener iniciativa, desarrollar una actitud proactiva y querer autogestionarse y autorrealizarse constantemente.
La autonomía es una capacidad que se educa, que se enseña, se fomenta y se trabaja. Es una capacidad que permite adquirir una mayor seguridad en sí mismo, forjar una autoestima fuerte y sana, y disfrutar de una vida más plena y satisfactoria.

Por lo tanto resulta fundamental potenciar esta capacidad en los más pequeños,  ayudándoles a ir adquiriendo de manera progresiva nuevas responsabilidades y habilidades para afianzar su autonomía personal. Hay que permitirles que ejerzan un rol activo, que desplieguen todo su potencial y que aprendan de las consecuencias de sus actos. Los niños aprenden por el método de ensayo- error, por lo que resulta absurdo pretender que no se equivoquen o que hagan las cosas como lo haríamos nosotros los adultos. No hay que cohibir las iniciativas de autonomía sólo porque los adultos queramos hacerlo con rapidez o con mayor perfección. Lo importante es que tomen conciencia de sus propias capacidades y se vaya alimentando la confianza en sí mismo.
Para fomentar la autonomía infantil lo primero y más importante es evitar la sobreprotección.
La sobreprotección es un obstáculo y un estorbo para que la autonomía florezca. No hay que negarles su derecho a explorar, a experimentar,  a intentar las cosas una y otra vez, a equivocarse, a mancharse y a manchar, a caerse, a levantarse, a interactuar con sus iguales y con su entorno; en definitiva a su derecho a aprender.
No hay que hacer las cosas que ellos puedan y quieran hacer por si mismos,  y no hay que impedir que experimenten emociones negativas como la rabia, la frustración o la envidia.Hay que favorecer que aprendan a ser autónomos también en el plano emocional; que sepan reconocer y gestionar sus emociones para de esta manera poder establecer relaciones más satisfactorias, tener menos conflictos y saber solucionarlos de una manera más exitosa.
Debemos facultar la capacidad de ser autónomos desde que los niños y las niñas son bien pequeños, ya desde bebés. Por supuesto,  hay que tener en cuenta y respetar el grado de desarrollo físico, cognitivo y emocional de cada niño; y nunca forzar ni exigir que hagan algo para lo que no están preparados o que no deseen hacer.
 Como siempre, la fórmula del respeto y el amor también funciona con esto. Los adultos una vez más tenemos que asumir nuestro papel de guías, de acompañantes; observando y alentado y por supuesto disfrutando de las sonrisas que dibujarán sus rostros al ver lo que son capaces de hacer por ellos mismos.