Lo primero, ¿qué es el dinero?
El dinero surge de una necesidad natural del ser humano de convertir algo tan subjetivo como es el trueque, en algo mĂĄs estĂĄndar como la moneda Gracias a este invento se podĂan establecer tarifas uniformes en todo el mundo y, ademĂĄs, se instauraron unas normas o caracterĂsticas esenciales para cualquier moneda:
- Divisible: No puedes dividir una oveja en 2.
- Duradera: El trigo estaba guay, pero se pudrĂa.
- PortĂĄtil: Esta caracterĂstica derivĂł en un grave problema.
- Con un respaldo: El conocido como "valor oro" del que mĂĄs tarde hablaremos.
- Fungible: Una unidad de moneda compra lo mismo en el bolsillo del rey que en el de un mendigo.
Después de la revoluciĂłn que habĂa supuesto la invenciĂłn del dinero y la moneda, que no es lo mismo, surgiĂł el siguiente problema: ¿CĂłmo podĂan transportar esas monedas de oro, plata y cobre en distancias tan grandes?
Durante siglos se utilizaron enormes barcos y enormes rutas en las que habĂa distintas rotaciones de caballos y transportistas, este parche estuvo bien, pero a unos chinos se les ocurriĂł una ingeniosa soluciĂłn que parece dictada por el sentido comĂşn:
Entonces diréis, si este sistema era tan bueno y eficiente, ¿por qué se quitĂł en 1971?
Bien, esta historia viene de lejos:
En julio de 1944, con Alemania cogida por las "pelotas" después del desembarco de NormandĂa, EEUU se veĂa con el potencial suficiente como para ser el dueĂąo del mundo, debido en parte a los halagos de su "sucursal" en Europa, Inglaterra. Por lo que los principales economistas del bando Aliado se reunieron en un lujoso hotel en New Haspire llamado Bretton Woods; allĂ Keynes y White hicieron todo la posible para que la Historia no se repitiera; evitando una paz que arruinara a toda Europa.
En esas dos semana nacieron, entre otras cosas, el Plan Marshall, el Fondo Monetario Internacional y, su obra maestra: El patrĂłn oro. La gioconda de la economĂa.
Para evitar otra superinflacciĂłn, el valor del dolar debĂa mantenerse en 35 por cada onza de oro. A esta medida le debemos, entre a otras muchas casualidades, evitar la 3ÂŞ Guerra Mundial.
Pero en 1971 Nixon estaba hasta el Ăşltimo pelo -ese que todas las maĂąanas baĂąaba en gomina- de China y de los que se parecen a ellos, especialmente, de los vietnamitas, asĂ que decidiĂł destruir la hermosa obra de Keynes y White para que los billetes de Dolar pasasen a ser unos simples pedazos de papel, al que 7000 millones de personas le hemos dado un valor que no tiene.