Es indiscutible que la vida y el miedo, caminan frecuentemente de la mano al interior de la sociedad. Existen innumerables personas que forjan temores desde la infancia y que no logran resolverlos con el pasar de los años.
El miedo es un estado emocional que acompaña a las personas en la sociedad desde que nacen y van creciendo. Se experimenta en situaciones vinculadas al cumplimiento de objetivos. Casos como el niño que va a la escuela y debe conseguir una calificación para aprobar una materia. En todo ese proceso, se va forjando el miedo. Es esa voz interna que quita determinación a las acciones o bien cuestiona en todo instante al sujeto respecto a si cuenta con la capacidad necesaria para llegar a la meta planeada. Sea en la escuela, en su tiempo libre o en el trabajo.
Todo esto, nace a partir de que la sociedad en la que la gente está inmersa suele movilizarse mucho más por el resultado. Por lo mismo, de ese resultado que no es el ideal en determinados casos, se desprende una sensación de miedo que se apodera de cada individuo. En estas circunstancias, es donde el temor al rechazo se vuelve protagonista. Para una persona importa mucho ser aceptado dentro de la sociedad. Por tanto, cada sujeto que la compone termina siendo responsable de darle mayor fuerza a ese miedo que los detiene. Como consecuencia de todo esto, esa emoción negativa termina impidiendo que muchas personas emprendan actividades o tareas que desean realizar.
Por lo mismo, la única manera de combatir esa sensación de miedo que se toma la vida de cada miembro que conforma la sociedad, es quitarle el peso a aquella emoción. Dimensionar que fracasar no es otra cosa que no intentar cumplir el objetivo propuesto. La clave, en ese sentido, se encuentra en que cada individuo pueda evitar rendirse en medio del trayecto y que se decida a disponer de todas sus energías con una voluntad férrea que le permitirá conseguir ese proposito para el que se levanta cada día de su vida.
En la sociedad actual, sin ir más lejos, las personas justamente no confían en sí mismas. Por lo que a través de esa falta de confianza solo alimentan negativamente aquel miedo, que los termina paralizando a la hora de poder movilizarse para concretar aquellos objetivos trazados. Por lo mismo, si cada individuo escuchara a su corazón, a su voluntad, a lo que realmente desea, la resolución de sus problemas sería percibida desde una panóramica más positiva. Es que, en ese caso, la solución dependería más de ellos que de los factores externos que los rodean. Desde ese punto de vista, algo que se debe tener claro es que arreglar los entuertos que la vida coloca por delante, siempre va estar en manos de cada persona. Porque uno forja el camino que pretende perseguir.
Por esta misma razón, es que la única obligación que tiene cada individuo es siempre ir tras sus sueños, sus metas, sus objetivos. Porque negarse a eso sería invocar a ese miedo tan cotidiano en la sociedad y a esa infelicidad que muchas veces inunda día a día, ya que una pequeña porción de la población realmente desarrolla lo que efectivamente desea.