Atento y aturdido, enjambre de terreno baldío. Me gusta ver cuando cae el granizo,
entre tanto insensato y ridículo gentío. Aún lloviendo sangre, aún rasgando pieles,
como piedras en un desnudo invierno, sintiendo pero sin sentir ni la nada,
así veo como se desmaya entre dedos de marfil un líquido color añil,
no, no es sangre pero nadie reacciona a la mala sangre, mirando se quedan,
absortos con la multitud de ojos, pobre que reaccionan a lo mas tosco.
Sin más, sin mayor placer, como las piedras, como reaccionan las viejas glorias.
Asentado un pobrismo in situ, insensible que no pierde el tiempo, en sus largos caminos
ve ajeno al viento como los mendigos se fusionan con el terreno.
Decaído en el esperpento, como estatuas de sal,
un animo extraño, duro y depreciado, no hay valor,
no hay instante que sientan querer subastar,
son mas vacíos que el motor mas oxidado, mirando entre las rejas,
creando verjas, fronteras, eternidad que ni las piedras en granito queda
Se asoma el sol entre colinas, al despertar de su mirada,
mirada al mar de alma salada, que despierta y cubre la rabia,
entre esos ojos de innata devoción que crean al mirarla,
dulcemente crea calma entre las calles, es como la llave,
la que esperanza abre y sonrisas trae.
Recorre mientras el viento por su melena, bailando al son de su belleza,
dejando suspiros de silencio que registra sus curvas como un dibujo en un lienzo,
amante discreto es la tierra que pisa, con sus pies ligeros que suavemente desliza,
entre arenas de una playa que crean una falsa calma, pues solo su esencia,
su esencia es la que pretende entre las calles del paraíso, invadir así su ligera dulzura,
ella con su mirar, su dulce sonrisa hace encallar temores, hace que sean brisas los temblores.
Se esconde la luna, pues solo quiera dejar su luz a la musa.
Es como amor en vestido de seda, es como aquella que con belleza embelesa,
es la que sus labios tientan y entre sus pasos uno la desea.