¿Alguna vez te has encontrado con personas que dicen una cosa, pero luego se comportan de manera diferente?, ¿que las escuchas hablar y concuerdas totalmente pero luego las ves actuar y no las reconoces?, o tal vez ¿con personas que ni siquiera se dan cuenta que lo que dicen es diferente a lo que hacen?
Para mal o para bien me he encontrado personas que tienen esta característica: dicen cosas muy “lindas”, hablan sobre temas interesantes, tienen una posición similar a la mía en diversos temas, pero luego actúan y yo solo quedo desconcertada… solo me remito a pensar: “un momento… ¿tu no decías que esto se hacía de tal manera?, ¿o que la vida era de tal forma?, y ahora te encuentro ¿actuando totalmente diferente a como te expresabas?
Creo que todos, en algún punto de nuestra vida, nos hemos encontrados con personas así, personas que no son coherentes con el dialogo que expulsan de su boca y con el dialogo que dejan fluir a través de sus acciones; y lastimosamente (para ellos) la vida se trata de eso: de acciones; puedes ser capaz de recitar los más hermosos poemas, puedes hablar de la manera más elocuente, puedes ser una persona con carisma inigualable, puedes tener una oratoria perfecta, pero si tus acciones dicen lo contrario de ti… pues serás lo que tus acciones griten.
“Una imagen vale más que mil palabras”, pues ahora adaptémoslo: “una acción vale más que mil palabras”.
Nuestra conducta habla por sí sola, ni siquiera las palabras hacen falta, es por esto que cuando nos encontremos con una persona que lleva una vida incoherente, debemos preguntarnos: ¿somos así nosotros?, ¿yo también he pecado de esa manera?, ¿yo he dicho cosas y luego he actuado en contra?
La intención no es que vivamos criticándonos, ni que vivamos sintiéndonos las peores personas del universo, la intención es que la conducta de los otros nos sirva siempre de espejo hacia nosotros mismos y nunca como pie de critica (nadie es perfecto así que mejor abstente de juzgar a otros).
El propósito de observar a los demás es que, en base a sus comportamientos, seamos capaces de mirarnos a nosotros mismos y preguntarnos: ¿yo también soy así?, ¿soy lo que tanto critico o rechazo?
La clave de ser felices es conocernos, y parte de conocernos es saber si somos fieles a lo que nosotros mismos profesamos, o si por el contrario somos tan ciegos que ni siquiera vemos que lo que estamos haciendo es totalmente contrario a lo que decimos.
Y esta situación podemos extrapolarla a cualquier ámbito: familiar, laboral, personal, religioso, ¡cualquiera!
La invitación es que te conozcas y que consecuentemente puedas ser plenamente feliz.