Cómo llegó San Eugenio III a ser Patrón de Argés, Toledo

Por Pablet
Aunque la historia reconoce al menos dos “San Eugenio” famosos por sus vidas y milagros, es a San Eugenio III, arzobispo de Toledo, a quien corresponde la titularidad de la Parroquia y el patronazgo del pueblo de Argés.
No hay que confundir a este arzobispo con Eugenio, ciudadano romano que viajó con Dionisio a cristianizar los territorios occidentales, y que fue designado para evangelizar la ciudad de Toledo.
Eugenio llegó a Toledo y comenzó la labor que le habían encomendado, llegando a ser I arzobispo de Toledo, pero pasado un tiempo salió al encuentro de Dionisio, que había quedado en París, ejerciendo allí su trabajo apostólico.
Son las postrimerías del siglo I e impera Domiciano, emperador sangriento que da muerte a Eugenio, siendo las reliquias de este Santo las que descansan en la Catedral de Toledo, pero que no corresponden con el Patrón de Argés.
Eugenio, Patrón de Argés, cuyo nombre viene del griego y significa “Bien nacido”, celebra su fiesta el 15 de Noviembre, y su vida transcurrió íntegramente en España, sobre todo en Toledo donde murió en el año 657.
De pequeña estatura, cuerpo delicado y salud frágil, nos dice San Ildefonso que prolongó su vida más por los méritos de su virtud, que por sus fuerzas físicas.
Su estómago rechazaba todo alimento, tanto que, a los 49 años, estuvo a punto de morir.
 Bajo el discipulado de San Eladio, Eugenio progresó tanto que Ildefonso le califica de ecclesiae regiae clericus egregius.
Pero pese a haber abrazado la clericatura, su corazón estaba en el monasterio. Por eso, bien porque se le propusiera para algún cargo que su temperamento humilde y escrupuloso rehuía, o simplemente a la mera sospecha de tal posibilidad, Eugenio sortea hábilmente este peligro huyendo a Zaragoza y se incorpora a la comunidad monástica adscrita al servicio de Santa Engracia y compañeros mártires. Ocurría esto hacia el 631.
Poco tiempo después de su llegada muere el obispo Juan y le sucede su hermano Braulio, quien supo descubrir los valores espirituales del clérigo toledano haciéndole su arcediano.
En 646 y en pleno Concilio VII de Toledo, muere Eugenio I, metropolitano de la ciudad regia. La voluntad impositiva de Chindasvinto arrancaba a Eugenio de Zaragoza -no obstante las conmovedoras súplicas de San Braulio-, para ocupar la sede vacante. Al Eugenio astrónomo le sucede el Eugenio poeta.
Fue consagrado por los Padres conciliares antes del 18 de octubre de 646, fecha en que firma en tercer lugar las Actas del VII Concilio de Toledo. Asistió también al Concilio VIII del 653, en el que se reconoció al nuevo rey Recesvinto, que sucedía a su padre Chindasvinto muerto el 30 septiembre de 653; presidió en 655 el IX Concilio toledano que tomó medidas contra los malos clérigos y los judíos; presidió asimismo el X Concilio de Toledo, del 656, que -tal vez a instancias de San Fructuoso, presente en la Asamblea- legisló sobre el monaquismo e instituyó la fiesta de la Expectación.
Esta actividad pastoral no agotó la actividad de San Eugenio. Él mismo regentaba la escuela toledana. Educado por San Eladio y colaborador íntimo de San Braulio, Eugenio estaba capacitado para la tarea de preceptor. De sus aulas saldrá el mejor teólogo hispano del siglo VII, Julián de Toledo, el último de los grandes obispos visigodos de Toledo.
Eugenio murió en el otoño del 657 habiendo gobernado la sede toledana casi 12 años. Su cuerpo fue enterrado en la Basílica de Santa Leocadia. Aproximadamente un siglo más tarde, durante las depredaciones de Abderramán 1 (756-788) su cuerpo es trasladado a Francia y depositado en Deuil en tiempos de Pipino el Breve (752-768). Más tarde fue depositado en el monasterio de Saint Denis, donde en 1.148 lo descubrió el arzobispo de Toledo,
Don Raimundo, quien gestiona la cesión a Toledo del brazo derecho de San Eugenio. El brazo llega efectivamente a Toledo el 12 de febrero de 1.156. El 18 de noviembre de 1.565, después de ocho siglos de ausencia, la diplomacia de Felipe II devuelve a Toledo el cuerpo de su metropolitano Eugenio III donde hoy reposa en artística arqueta.
Obras. De su producción teológica, escritora, musical y poética, se conserva poco. San Ildefonso nos dice que «impulsado por sus buenos deseos corrigió los cantos y ordenó las ceremonias y los oficios del culto». Escribió un tratado sobre la Trinidad -del que posiblemente conservamos algunos fragmentos- de estilo trasparente y precisión teológica; revisó, a petición de Chindasvinto, la Satisfactio y el De creatione mundi (a partir del verso 115) del poeta cartaginés Draconcio, al que añadió un resumen del Hexameron y la exposición del séptimo día; compuso dos opúsculos uno en prosa -perdido- y otro en verso que se ha conservado. Escribió también tres cartas: a Chindasvinto, a Braulio y a Protasio de Barcelona.
Fuente: http://arges.es/?page_id=107