¿Cómo lograr la disciplina en niños y adolescentes?

Por Palaciodiaz @PIPEDIATRA

¿Cómo hacer para que los niños, niñas y adolescentes se vuelvan disciplinados? La respuesta a esta pregunta radica en la manera de desarrollar las prácticas de crianza, por lo cual es posible afirmar que hay dos métodos usuales que pretenden que los niños, niñas y adolescentes sean disciplinados: el control coercitivo y la inducción al autocontrol. Control coercitivo Consiste, como su nombre lo dice, en una forma de crianza en la que los adultos cuidadores ponen los límites autoritarios estableciendo una forma de relación con la pretensión de que los niños, niñas y adolescentes hagan, alcancen, necesiten, sientan, les guste y sean lo que esos cuidadores quieren. Es, pues, una crianza moldeadora, entendida solo desde la perspectiva de los adultos, que implica permanente maltrato. El control coercitivo implica autoritarismo y pretende cambiar comportamientos indeseables, es decir, es ejercido cuando ocurre un comportamiento de estos, por lo cual no tiene carácter preventivo. El autoritarismo es una práctica de relación impositiva y vertical, basada en el ejercicio del poder sobre otros. Esta práctica es una clara expresión de maltrato y su único método es dar órdenes e impartir castigos para inducir sumisión. Es la forma más común de relación de los adultos cuidadores con los niños, niñas y adolescentes en nuestro medio, forma nacida de la tradición de crianza que da resultados de control de comportamientos indeseables en el corto plazo, pero que no son duraderos ni estables y que, además, produce grandes dificultades en la relaciones de crianza. Con el autoritarismo se logra un precario control que depende fundamentalmente de situaciones externas: no hago tal cosa porque mi papá me golpearía si lo hago, lo que en la edad adulta es: no me paso el semáforo en rojo porque a la vuelta hay un policía y me multa. Inducción al autocontrol Consiste, como su nombre lo dice, en una forma de crianza en la que los adultos cuidadores ponen los límites con autoridad, estableciendo una forma de relación con la pretensión de que los niños, niñas y adolescentes hagan, alcancen, esperen, necesiten, sientan, les guste y sean no solo lo que esos cuidadores quieren, sino lo que ellos puedan al ser reconocidos como interlocutores válidos. Es, pues, una crianza acompañadora, entendida no solo desde la perspectiva de los adultos, sino desde y, fundamentalmente, desde la perspectiva infantil y adolescente, que implica permanente buentrato. La inducción al autocontrol implica ejercicio de la autoridad y pretende prevenir la aparición de comportamientos indeseables, es decir, es ejercida no solo cuando ocurre un comportamiento de estos, por lo cual tiene carácter eminentemente preventivo, y, sobre todo, formativo del autocontrol
El ejercicio de la autoridad es una práctica de relación horizontal, persuasiva, educativa, formadora y bientratadora, que se basa en el ejercicio de los valores y cuyos métodos son el ejemplo y el diálogo, para inducir autocontrol y responsabilidad. Con el ejercicio de la autoridad se logra un preciso control que depende fundamentalmente de situaciones internas: no hago tal cosa porque mi mamá, a quien quiero tanto por que me respeta, me ha enseñado que no se debe hacer, lo que en la edad adulta es: no me paso el semáforo en rojo porque violo una norma esencial de convivencia. ¿Cómo ejercer la autoridad para lograr que las prácticas de crianza lleven a que niños, niñas y adolescentes sean disciplinados, es decir, tengan autocontrol? Para este propósito es necesario establecer normas, que ponen límites y que son para ser obedecidas. Los límites demarcan y establecen las normas y reglas de cada familia; son necesarios para que niños, niñas y adolescentes distingan lo correcto de lo incorrecto y para que se sientan seguros y amados. Además, comunican lo que los cuidadores esperan de ellos y los valores que estos adultos practican. La norma es la regla que se debe seguir o aquello a lo que se deben ajustar las conductas, tareas, actividades, etcétera. La norma debe ser entendida como para el bien de niños, niñas y adolescentes: debe haber siempre un referente normativo como elemento imprescindible para la construcción y reconstrucción de la autoestima, la autonomía, la autocrítica y el autocuidado. La finalidad de la norma es que esta se incorpore en el modo de ser de cada niño, niña y adolescente. Este proceso de incorporación de las reglas para la vida tiene varias etapas en el niño y niña menor de dos años, la postura de límites se hace mediante la repetición de las rutinas hogareñas para la formación de hábitos (rutinas de sueño, de alimentación, de aseo, de afecto…) De dos a cinco años el niño y la niña son egocéntricos, es decir, centrados en sí mismos; por esto, pretender hacer lo que quieren. En esta etapa el comportamiento es regido por normas impuestas procedentes de los cuidadores, determinadas por la historia familiar y cultural. La incorporación de las normas en esta etapa apenas significa comienzo de cooperación y la obediencia es situacional, esto es, se obedece para evitar el castigo (por miedo) o para obtener recompensas, o por amor a los adultos que ejercen sanamente la autoridad. En esta edad se cumple la norma porque hay alguien vigilando su cumplimiento: no se sacan las galletas sin permiso cuando la mamá está en casa pendiente. El mejor método para facilitar esta incorporación, como en todo el desarrollo del niño, es el juego. En el niño y la niña de seis a doce años las normas, ahora más acordadas que impuestas, se incorporan con cooperación y la obediencia es comprometida, esto es, con disposición del niño y la niña para obedecer conscientemente. En esta edad se cumple la norma por convicción independientemente de que haya alguien vigilando: no se prende el televisor en horas no acordadas a pesar de que los padres no estén en la casa. El mejor método para facilitar esta incorporación, como en todo el desarrollo del niño, continua siendo el juego. En la adolescencia las normas deben ser siempre consensuadas con los y las adolescentes y entre los cuidadores adultos entre sí. Ya se incorporan sólo por cooperación y la obediencia llega al punto máximo del compromiso, lo que es la base para que la regla sea un estilo de vida. Las normas no pueden ser instrumentos de coacción, a pesar de que así se utilizan con frecuencia, sino que son instrumentos que deben conducir a la posibilidad de tomar decisiones. Para que surtan el efecto deseado, la educadora colombiana Luz Elena Gómez plantea que deben ser:  • Claras de tal modo que los participantes en el proceso de crianza sepan lo que se espera de ellos • Consistentes, es decir, que no dependan del estado anímico del cuidador • Permanentes y fijas • Supervisadas directamente por los adultos, con el fin de asegurar que queden incorporadas en el diario que hacer. Según el psicólogo infantil estadounidense Lawrence Shapiro, la construcción de la disciplina efectiva en los niños, niñas y adolescentes se puede lograr con unos pocos principios y estrategias: Establecer reglas y límites claros y atenerse a ellos Darle a niños, niñas y adolescentes advertencias y señales cuando comienzan a comportarse mal es la mejor manera de enseñarles autocontrol Definir el comportamiento positivo, reforzando la buena conducta con estímulos y afecto e ignorando la conducta que solo se dirige a llamar la atención Educar a los niños, niñas y adolescentes conforme a las expectativas de los padres. Se debe emplear el tiempo necesario para hablar con ellos acerca de valores y normas y el por qué de su importancia Cuando se viola una norma o un límite establecido, en forma intencional o de otro modo, se debe aplicar de inmediato una consecuencia adecuada y prevista, proceso en el que se debe ser coherente y hacer exactamente lo que se acordó que se haría. Cuando se deba aplicar una consecuencia, es necesario asegurarse de que guarde relación con la infracción a la regla o la mala conducta, de tal modo que la consecuencia se ajuste a la falta. Consideraciones de contexto Pero siempre habrá un pero: ¿Cómo aplicar lo planteado en la sociedad posmoderna en la que ya no es tan válida la construcción del necesario autocontrol pues, como afirma la filósofa española Victoria Camps, lo que no sirve para ganar dinero, para adquirir poder o para pasarlo bien está destinado a desaparecer? Un modo muy valioso para acompañar a los niños, niñas y adolescentes a alcanzar el autocontrol en cualquier contexto en que se desenvuelva la relación de crianza, es hacer todos los esfuerzos necesarios para alejarse del autoritarismo, pues como dice Ángela Marulanda, las criticas, la insatisfacción y las exigencias que caracterizan a los padres autoritarios, hacen que los hijos se sientan disminuidos, incompetentes e incapaces, además de poco amados. Uno de los peligros en los que se puede caer cuando no hay adecuado análisis de contexto es la permisividad excesiva, la cual puede resultar de informaciones incompletas e irreflexivas sobre crianza mezcladas con sentimientos de culpa en un momento histórico difícil en el que los esfuerzos mayores se tienen que dedicar a asuntos como sobrevivir, llegando en algunos casos a la anarquía total, con tiranía por parte de los niños, niñas y adolescentes, en medio de lo cual es casi imposible la construcción de los conceptos de los que se ha venido analizando. No se trata ni de un extremo ni del otro; la disyuntiva no está en ser autoritario o ser permisivo o paralizarse en la toma de decisiones, por lo cual se evita la posibilidad de que los niños, niñas y adolescentes manipulen la familia, modificando el escenario de la relación de crianza hasta el punto de que la construcción posible no sea de autoridad sino de autoritarismo. En resumen, en medio de la crisis de autoridad, la cual es descrita como uno de los problemas más graves de la familia actual, es necesario que en la crianza los niños, niñas y adolescentes sean acompañados inteligente y afectuosamente por cuidadores que ejerzan la autoridad adecuadamente para que se convierta paulatinamente en seres disciplinados, mediante la obediencia de las normas, inicialmente del grupo familiar y luego del grupo social al que pertenecen.

Gabriel Álvaro Posada Díaz
Pediatra y puericultor

Artículo tomado del boletín Crianza y Salud de la Sociedad Colombiana de Pediatría