Muchos redactores de televisión manipulan las noticias quizás instintivamente hasta hacerlas socialdemócratas, progresistas y políticamente correctas, como muestran estos días, especialmente en TVE, al informar sobre los juicios del Supremo contra Baltasar Garzón.
Tras la vista por sus escuchas posiblemente ilegales, su siguiente caso es por arrogarse el derecho de juzgar a Franco y los franquistas por sus crímenes: una nueva y presunta prevaricación.
Sabía que sus acciones sólo conducirían a la confrontación entre bandos porque la doctrina sobre los “delitos contra la humanidad” aparece después de la Amnistía de 1977, lo que le impedía aplicarla con retroactividad.
Esa Amnistía era una reclamación de la izquierda española desde la postguerra. Convertida el Ley borró los crímenes franquistas, pero también los izquierdistas, incluyendo los de Paracuellos, que culpan a Santiago Carrillo, y los de ETA.
Como los informadores no señalan estos puntos, Garzón aparece en los medios como un héroe acosado, cuando en periodismo informativo hay una ley básica, la del contraste: la información debe aportar paridad de datos de cada parte en conflicto.
El contraste logra equilibrio informativo y la audiencia puede juzgar las razones de cada parte porque así no recibe una sola doctrina.
Eso no ha existido en TVE y en otros medios, que dan opinión, no información, porque aportan solamente la versión de Garzón y la de sus defensores, básicamente comunistas, para los que es un mártir.
Mientras, nadie divulga en las televisiones las razones de la acusación: no hay contraste, ni equilibrio, ni objetividad, sólo manipulación, doctrina en un sentido y nada que haga pensar que el autoproclamado héroe pudo hacer algo mal.
De esta manera el Supremo aparece como fascista, como le interesa a Garzón, cuando en ese Tribunal hay muchos jueces progresistas, aunque no disparatados como él.
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SALAS