Cómo me enfrenté a un cambio radical en la alimentación: mi experiencia personal.

Publicado el 21 agosto 2016 por Braisly @BraisLY

“Una nueva vida”
 

Introducción a la nueva temática en mi espacio mensual.

¡Hola a todas/os!

En primer lugar, quiero comentaros que con este artículo, doy el pistoletazo de salida a una nueva temática en mi espacio mensual en Mentalidad Fitness. Me he propuesto acercaros un poco mi experiencia personal respecto a los cambios que han acontecido en mi vida en los últimos meses; tanto respecto a la alimentación como a la actividad física.

Si leéis con asiduidad nuestra página, conoceréis un poco mi trayectoria con el equipo y con la “Mentalidad Fitness” en general; pero si no es así, a agrandes rasgos, debo decir que mi vida era de carácter sedentario, y mi alimentación constaba de numerosas irregularidades.

A día de hoy, tras unos ocho meses de transición, no soy una deportista de élite ni tampoco una experta en nutrición, pero sí es cierto que han cambiado muchas cosas que han hecho de mi vida, una vida bastante más saludable, y que mi objetivo es seguir aprendiendo.

Entonces, como os decía, quiero ofreceros a lo largo de dos artículos, mi experiencia y mis trucos para adoptar un cambio radical con respecto a la mentalidad física y alimenticia. En el artículo que nos ocupa, será el cambio de alimentación el protagonista, y antes de que sigáis leyendo, vuelvo a aclarar que lo que voy a contaros no es más que mi vivencia personal, que no tiene ningún rigor científico, y que incluso alguien puede considerar que haya errores en esos trucos, pero aún así, espero que puedan serle de utilidad a alguien, tal como lo fueron para mí.

Cómo me planteé el comienzo.

Bien, en principio, cuando me planteé adoptar una alimentación totalmente distinta a la que yo tenía, comparé mi situación con la de una persona fumadora. Esto puede parecer una tontería, pero yo soy de las que defiende que “El hombre es un animal de costumbres” (Charles Dickens), y por lo tanto, un cambio radical de las mismas, es algo que puede no funcionarnos del todo. Si pensamos en una persona que lleva fumando dos paquetes de cigarrillos diarios desde hace treinta años, no podemos esperar que esa persona sea capaz de dejar el tabaco de la noche a la mañana. ¡Ojo! Seguro que algunas personas sí lo han conseguido, pero el caso es que, para la mayoría, es necesaria la utilización de algún tipo de ayuda (psicología, libros, cigarrillos electrónicos, etc.). Es decir, es más fácil y llevadero, cuando existe una transición y algo que fomente poco a poco ese cambio rutinario.

Yo me vi reflejada y asemejada a una persona fumadora, es por lo que decidí adoptar una especie de transición, y para ello, fui poco a poco introduciendo pequeños cambios que se iban incrementando con el paso del tiempo.

Cuando me iban faltando productos, iba comprando paulatinamente productos más sanos, bajos en azúcares, con harinas integrales, etc. Yo no vacié mi despensa y empecé a comer sano en un solo día, y no lo hice porque sabía que en el primer bajón del cambio, podría cansarme y tirar la toalla demasiado pronto. No dejé que me aprisionara el cambio tan radical, porque no sólo mi cuerpo, sino también mi mente, necesitaban un período de adaptación.

Transición con determinados productos: ejemplos.

Por ejemplo, si en el desayuno tomaba leche entera y cereales con altas cantidades de azúcar, pues lo que hacía, era comprar cereales sin azúcar o con muy bajo nivel, y pasarme a una leche semidesnatada primero, y desnatada más adelante. ¿Qué hice con mis antiguos cereales? Pues, los cambié por los que no tenían tanta azúcar, y añadía a la taza de leche, una cucharilla pequeña de esos antiguos cereales, para que el nuevo sabor no fuese tan radical.

Puede parecer algo absurdo lo que os cuento, pero ¿sabéis finalmente qué pasó con los cereales de más azúcar? Acabé por no consumir del todo el sobrante. Y al igual que me pasó con los cereales, me pasó con muchísimos productos más. Mi cuerpo respondía tan bien a los cambios, yo me sentía estupenda, y esos beneficios eran tan palpables en tan poco tiempo, que yo misma aceleré mi proceso de adaptación, el mismo que yo había elegido seguir.

Otra cosa que hice, por ejemplo, a la hora de introducir frutas y verduras (que en mi antiguo plan alimenticio escaseaban), me planteé que no iba a consumir nada que me desagradase, por muy recomendable que fuera. Esta idea os puede parecer de sentido común, pero creedme que he visto como personas que siguen una “dieta X” han consumido cosas que no les gustaban, sólo porque aparecía en su planing de “dieta perfecta” o “dieta milagro”. Y sinceramente, creo que obligarte a comer algo que no te gusta, al final, puede hacer que abandones, o que pases a odiar la vida más saludable por obligarte a comer lo que no te gusta.

En mi caso, no me gustan las manzanas como para comerlas fuera de ensaladas o yogures, prefiero mil veces las peras. Por lo que tengo entendido, la manzana es más saludable, tiene menos azúcares naturales y fomenta el adelgazamiento, al menos eso es lo que nos venden; pero aún así me sigo quedando con la pera, las fresas, o las uvas. Son frutas igualmente, pero a diferencia de que son frutas de las que disfruto mucho comiéndolas. Y si antes, en un hueco del trabajo en el que me entraba el “gusanillo” y lo “mataba” con una chocolatina, mi alimentación era un desastre; ahora, por comerme una pera no voy a ir al infierno, estoy “picando” saludablemente, y encima disfrutando. Llamadme exagerada, pero alguna que otra vez ha venido alguien a demonizarme algunas de las frutas que os he dicho, para santificarme a las manzanas.

También me pasa algo parecido con los aguacates, las alcachofas, y con seguro más de un alimento más. Pero ese es mi lema: si no me gusta, no me lo como.

En el caso de que se trate de un alimento muy necesario, y que realmente merece la pena consumir por sus buenas propiedades, pues intento “camuflarlo” en las comidas. Ya os contaré más adelante algunas de mis recetas de camuflaje, la verdad es que son la solución a ese desamor por ciertos alimentos.

Otra de las cuestiones que quiero tratar, es el tema de los famosos “Cheat meal” (comida trampa). Muy al principio, decidí que los fines de semana (al completo) serían mis días de desquite. ¿Sabéis cuántas veces lo hice? Tan sólo el primero. En el segundo fin de semana, sólo hice una sola comida trampa, la razón es muy simple: como os he dicho, los cambios eran muy notorios, y la báscula hablaba por sí sola, no era cuestión de tirarlo todo por la borda. Una vez más, me salté mi auto-adaptación prematuramente.

Por otro lado, si hablamos de bebidas calientes, no soy casi nada aficionada al café, pero sí al té. Y cómo imaginaréis, el azúcar era para mí un complemento insustituible; así que la adaptación la hice primero con la sacarina, pero su sabor en el té no me gusta nada. Por lo tanto, decidí directamente empezar a tomarlos sin ningún tipo de endulzantes, y lo que descubrí fue que antes estaba perdiéndome la verdadera esencia y sabor del té (cualquier sabor); el azúcar enmascaraba un sabor que he descubierto ahora que me gusta muchísimo más.

Otro ejemplo, respecto a la leche, es un producto que para mí es esencial. Ya todas las desventajas de consumirla, porque también me he informado sobre las industrias lecheras y cárnicas, pero me gusta y siento que la necesito en mis desayunos. Pues bien, puedo cambiar a una leche semidesnatada o desnatada, pero jamás puedo pretender tomar por ejemplo leche de soja (no la considero leche), y no sólo que me guste, sino que además llene ese vacío de la “leche de verdad”. Ya os digo que es sólo mi opinión y una vez más, mi fe en la premisa de no comer lo que no me gusta.

Cómo me ayudó este planteamiento.

Y creo que con esto abarco todas esas ideas que en algún momento se gestaron en mi cabeza, y que de alguna forma se materializaron en mi nuevo estilo de vida. No serán perfectas para alcanzar una alimentación óptima, pero al menos a mí me ayudaron en esta transición hacia una vida más saludable, y a día de hoy, algunos de esos trucos hacen que mantenga otros buenos hábitos y que no sienta la necesidad de abandonar y regresar al pasado.

Consejo final.

Para terminar, el último consejo, por si estáis en una situación parecida a la mía, es algo que seguro habéis escuchado anteriormente, y que yo también quiero recordaros: nunca digáis que estáis a dieta, decid que seguís pautas alimenticias, porque es así realmente, y porque al decirlo, lo estáis procesando, creyendo en y construyendo sobre ello.

Nos vemos en el próximo, cualquier detalle, no dudéis en comentárnoslo.

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