Cómo morimos (1993), de sherwin b. nuland. reflexiones sobre el último capítulo de la vida.

Publicado el 22 agosto 2019 por Miguelmalaga
La muerte es una realidad presente en nuestra existencia, aunque intentamos pensar en ella lo menos posible, al menos en nuestra vida en sociedad, porque íntimamente todos nos preguntamos cómo será nuestro final, si seremos capaz de soportar la idea de dejar de existir para siempre, si la agonía será insoportable o si nos encontraremos a un equipo médico comprensivo que alivie nuestros sufrimientos de última hora. Nos lo preguntamos sí, pero en realidad no queremos saberlo. Pensamos que el momento de la muerte se dará en un tiempo demasiado remoto o que quizá sea algo fulminante, que no nos enteraremos. El doctor Nuland escribió este ensayo, ya clásico, para ayudarnos a acercarnos a una realidad tan recurrente como desconocida en el fondo:
"Ninguno de nosotros parece ser capaz, psicológicamente, de enfrentarse a la idea de «estar muerto», a la idea de una inconsciencia permanente en la cual no hay ni ausencia ni vacío, en la que simplemente no hay nada. Nos parece tan diferente de la nada que precedió a la vida… Como sucede con otros temores y tentaciones que nos amenazan, buscamos modos de negar el poder de la muerte y el gélido influjo que ejerce sobre el pensamiento humano. Su constante proximidad siempre ha inspirado formas con las que tradicionalmente disfrazamos, consciente e inconscientemente, su realidad, tales como cuentos populares, alegorías, sueños e incluso bromas. En las últimas generaciones hemos añadido algo nuevo: hemos creado la forma moderna de morir. La muerte moderna se produce en el hospital moderno, donde es posible ocultarla, purificarla de su corrupción orgánica y, finalmente, «empaquetarla» para el entierro moderno. Ahora podemos negar el poder no solamente de la muerte sino de la propia naturaleza. Nos tapamos la cara ante ella, pero todavía dejamos un resquicio entre los dedos porque hay algo en nosotros que nos obliga a mirar de reojo."
Aunque cada tipo de muerte es único y es percibido de modo diferente por su protagonista, los médicos son capaces de clasificar los fallos funcionales que derivan en el fallecimiento y describir sus síntomas, por lo que pueden hacernos una idea de lo que sentiremos según la enfermedad que nos toque. O el accidente, pues esta última posibilidad siempre está presente y es la que puede hacer que no vivamos los años que nuestro organismo había previsto. Lo que está claro es que es bastante seguro que nos enfrentaremos solos a nuestra última hora o más bien rodeados de desconocidos que se enfrentan a nuestro dolor desde un punto de vista más profesional que emocional, casi como si fuéramos una máquina que se ha estropeado y que hay que reparar. La muerte ideal que proclamaba el cristianismo, en casa y rodeado por nuestros seres queridos y por un confesor hace ya mucho que dejó de ser tolerable en nuestro tipo de sociedad. Preferimos que se produzca en una luminosa sala de hospital, apartada de la vista del resto de la gente. Esto es bastante lógico: el enfermo ha de estar en el edificio donde se encuentran los medios que facilitarán su tratamiento y quizá su curación, pero esta realidad hace que hayamos dado la espalda a la muerte y que cuando esta realidad se presenta en nuestra existencia, sea directamente o a través de un ser querido, el acontecimiento nos sorprenda como algo casi intolerable, casi fantástico.
Cómo morimos, a pesar de estar repleto de pasajes muy duros y descripciones muy gráficas del dolor humano, sirve como manual para acercarnos, aunque sea brevemente, a una realidad que más tarde o más temprano tiene que asaltarnos. También funciona como alegato para humanizar el hecho de morir, para que las intervenciones médicas no se conviertan en una lucha despiadada que derive en sufrimientos innecesarios para los enfermos terminales.