Cómo perder amigos

Publicado el 23 diciembre 2015 por Ángel Santiesteban Prats @AngelSantiesteb

Por estos días estoy inmerso en la culminación de mi próxima novela que debo entregar en febrero para su posible publicación; para ello, he debido dedicar los dos últimos meses, de manera infatigable, al mejoramiento de esa prosa nacida al calor y la emoción de la creación más reciente. Apenas he tenido tiempo para el esparcimiento cultural, reprimiendo –ahora que me es posible– asistir al teatro, cine, ballet, entre otros espacios de mi consumo personal, luego de haberlo añorados por dos años y medio, porque la dictadura, que considera peligroso el pensar diferente, especialmente si se trata de un artista, decidió enviarme a la cárcel.

Es indiscutible –y de eso se trata este post– que no he podido visitar y asumir las exigencias de algunos amigos, hermanos masones y activistas políticos que quisieran verme con más frecuencia.

El rigor con que me aplico a la escritura es de total entrega, al punto que a veces me quejo del tiempo que ocupo en el sueño y que debiera sumar a esta revisión final; sin embargo, algunas de esas importantes personas para mi afecto, se mortifican por mi ausencia, considerándome alejado de sus devociones.

De la misma manera, he recibido por correo electrónico quejas de otros amigos, exigiendo más calor para con ellos, lo que considero un orgullo personal; pero no les miento si les confieso y les explico que cuando escribo cuentos, por lo general, son creados por un aliento, un golpe de cincel que los esculpe con el mínimo de estacazos; no así cuando se trata de novelas: entonces ese aliento se convierte en estado perenne mientras dura su realización. Vivo poseído durante meses; un éxtasis me mantiene transportado al tiempo real de la trama en cuestión. Es la manera más efectiva, en mi caso particular, para avanzar y dominar a los personajes y sus conflictos.

Es cierto que a este ritmo temo quedar sin amigos y sin vida social, y me cuestiono si obro bien o mal permaneciendo aislado, como expulsado del mundo real, entregado al oficio de la escritura. ¿Pero qué otra calidad de vida podría asumir si es la única manera que conozco de sentirme útil, de respirar en paz, de aportar a ellos mismos, mis queridos amigos, hermanos masones y de lucha, a través de mis textos, ese pensamiento de justicia y nobleza para la sociedad donde confluimos? Escribo para mi tiempo, y en ellos convergen mis espacios de lucha y anhelos: amistad, fraternidad y unidad en el activismo político.

Aunque parezca ausente, estoy, a través de la literatura, muy cerca de cada uno de ustedes y de la problemática nacional que intento reflejar en mis libros.   Y muy pronto –entre esta escritura y la próxima– apareceré  para recibir sus abrazos con el mismo celo con que les profeso y guardo su amistad, para entonces festejar juntos un nuevo nacimiento de ese hijo literario que traigo al mundo, para aportar humildemente a la cultura nacional, a nuestra lucha y sueños compartidos.

Pero Dios me hace bajar la cabeza y regresar todos los días para pedir por todos ustedes, porque si no los tuviera, entonces, ¿para qué mi literatura?, ¿para quién escribiría?

Le deseo una Navidad feliz, aunque seamos conscientes de que no será como la deseamos mientras exista la dictadura.

Los abrazo intensamente.

Ángel Santiesteban-Prats

Habana, diciembre de 2015, “libertad” condicional.