En esta ocasión te traemos un interesnte artículo de Bebés y más sobre cómo preguntar a tu hijo que tal le ha ido en el colegio.
Cuando dejamos a los niños en el cole siempre les decimos eso de “Que vaya muy bien” o “Que lo paséis muy bien y aprendáis mucho”, porque es lo que los padres deseamos; que disfruten, que aprendan, que lo pasen bien con los compañeros y que no tengan ningún problema.
Por eso cuando los recogemos del colegio, después del abrazo, del “¡Choca!” o del beso les preguntamos eso de “¿Cómo te ha ido el cole?“, porque oye, han sido muchas horas y sabes que habrán hecho muchas cosas y pueden haber sucedido tantas otras. Ante esa posibilidad, esperas que abran el grifo y empiecen a soltar palabras, una tras otra, así que la cara que se te queda cuando lo resumen todo con un “Bien” es un poema, y entonces llega el momento en que una de dos, o das por sentado que le ha ido bien y no quiere hablar más del tema, o empiezas a pedir más detalles, en plan interrogatorio.
Pues bien, para que no sea una cosa, que te quedas sin saber nada y la comunicación brilla por su ausencia, ni la otra, que te acabas sintiendo como un policía buscando culpables y el niño como un sospechoso de algo, una mamá ha ideado una estupenda estrategia para que hablen sobre ello.
Lo hemos leído en la web Scary Mommy, que hace referencia a un artículo de Sara Ackerman en The Washington Post, donde nos cuenta esta sensación que acabo de expresar, la de querer saber y ver que no hay respuesta, y al preguntar sentir que le estás intentando sonsacar información privilegiada.
¿Y si no hacemos preguntas abiertas?
Seguro que lo habéis escuchado en más de una ocasión: hacer preguntas abiertas a los niños les lleva a dar respuestas cortas. Ellos no tienen la capacidad de concreción y síntesis que tenemos los adultos, y preguntarle a un niño qué ha hecho en el colegio o cómo le ha ido es algo tan abrumador en cuanto a información se refiere, que tiene dos opciones, o contártelo absolutamente todo, que puede ser difícil porque no todos los momentos le quedan “en la retina” para ser rescatados después, o decir que “todo bien”, “no sé… supongo que bien” o similar, si no ha sucedido nada relevante que le provoque una inmensa alegría o una inmensa tristeza.
Por eso, si queremos respuestas, tenemos que ser concretos en las preguntas: “¿A qué has jugado a la hora del patio?”, “¿Qué es lo más divertido que habéis hecho hoy?”, “¿Qué tal ha ido la hora del desayuno?”, “¿Te ha dicho hoy algo la profesora?”, “¿Con quién has jugado hoy?”. Ya, suena impertinente, tanta pregunta… no es plan de hacer todas las preguntas seguidas, una detrás de otra, porque al final al niño se le van a quitar las ganas no solo de hablar contigo, sino hasta de ir al colegio si sabe que luego llega el interrogatorio. Digamos que las menciono como ejemplos que pueden servir para que nos den información concreta.
Pero, según Sara, esta técnica también puede fallar, precisamente por lo que digo, mucha pregunta acaba también molestando, y en ocasiones los niños sueltan un “Ay, ¡déjame ya con el colegio!”, que pobres, llevan un montón de horas ahí metidos y cuando tienen tiempo libre resulta que tienen que rememorar todo lo que han hecho.
¿Quieres oír cómo ha ido mi día?
Así que a esta mamá se le ocurrió que una buena manera de comunicarse con su hija era precisamente esa: comunicar. Y optó por pasar del método interrogativo a uno diferente, el de hablar. Así que le dijo a su hija un buen día si quería que le explicara cómo le había ido el día.
Ante el “Sí”, ella, que es profesora, se dedicó a contarle qué había sido lo más divertido, qué había sido lo más aburrido, la gente con la que se había encontrado, lo que habían hablado, anécdotas con los alumnos, las lecciones que había enseñado, cuántos niños hacían tal o cuál cosa, etc.
Desde entonces, ante la pregunta, la niña siempre dice que sí, y aunque ella siempre había pensado que lo último de lo que quería hablar al llegar a casa era de su trabajo, porque sería aburrido para cualquiera e incluso para ella misma, le hace un completo resumen porque adora cuando su hija se esfuerza después en hacer un resumen de sus días, de esos ratos en que mamá e hija no están juntas, y adora también que la escuche y le parezca interesante lo que cuenta mamá.
Una estupenda relación de comunicación en que la niña aprende con las vivencias de su madre y descubre facetas que de otro modo jamás conocería, y en que la madre aprende con las vivencias de su hija, de aquello que la hace feliz y de aquello que le disgusta y que quizás, en otra situación, de otra manera, ni siquiera lo explicaría.
¿Qué os parece? A mí me ha gustado mucho porque es comunicación en estado puro, entrenando el diálogo, sabiendo la una de la otra, y entrenando la escucha activa, haciéndose sentir mutuamente partícipes de la vida de la otra.
Fuente: Bebés y más