De esto quería yo sentarme a escribir hoy. Un problema que con frecuencia me encuentro en psiquiatría, y no sólo allí sino en la vida cotidiana, es el de la frustración de no llegar a entender por qué personas llenas de cualidades, enormemente capaces, con unas condiciones de vida muy por encima de la media y una trayectoria vital objetivamente satisfactoria, pueden llegar a desarrollar síntomas depresivos como tristeza, sentimientos de vacío, desesperanza o ausencia de expectativas de futuro. No sé si me explico. Hay personas con infancias traumáticas, carencias afectivas o abuso de sustancias de las que más o menos puedes deducir de dónde viene su situación actual, y luego están esas personas que aparentemente tienen la vida perfecta, han tenido una infancia percibida como feliz, han sido amadas con locura y no saben siquiera identificar dónde se ha podido originar todo ese infierno que están viviendo. Y es precisamente de ese tipo de personas de las que quiero hablar hoy, aquí. Esas personas a las que ayudas y cuyo problema atiendes, sí, pero nunca entenderás su causa, su por qué.
Porque como siempre digo y repito, el mayor sufrimiento de alguien mentalmente débil es la incomprensión de los que le rodean. Y ojo, aquí la diferencia entre comprender y entender existe y es grande.
Es importante conocer el hecho de que la felicidad no va de la mano con el número de lazos afectivos, ni con la calidad de éstos, con la "suerte en la vida", las posibilidades económicas o el éxito personal y profesional, si bien estos factores ayudan indudablemente a conseguir ese estado de satisfacción plena, no la garantizan. Entre ese estado y la persona existiría un tercer factor, intermediario, que sería el procesamiento de todas esas cosas positivas que tenemos en la vida y el cumplimiento de expectativas mentales que tenemos como individuos, de metas. Si nuestra vida está objetivamente llena de motivos y razones para sentirnos felices pero no nos sentimos así, es posible que tengamos que revisar nuestros valores, nuestras prioridades y nuestras expectativas. ¿Son exageradamente altas? ¿Me estoy focalizando demasiado en ciertos ámbitos de mi vida e ignorando otros? ¿Cuáles son mis prioridades? ¿Qué es importante para mí en mi vida? ¿Qué he conseguido hasta ahora?
Centrarse y anclarse en las causas de un problema no lo solucionan (o eso dicen los psicólogos cognitivo-conductuales en nuestra querida Europa), si bien es importante intentar conocerlas para conseguir ese entendimiento del por qué, esa comprensión completa y profunda del problema, de fondo a superficie, de contenido a forma, de marco a interior. Ayudar a las personas en estos casos a que hagan introspección, a que auto-indaguen, plantearles preguntas que quizás ellos mismos no son capaces de autoplantearse, y lograr ese "darse cuenta", como decía Rogers, esa "toma de conciencia", ésta puede ser la manera más adecuada de intervenir cuando nos encontramos un caso de este tipo, dejando fuera juicios y comparaciones con la norma, con el mundo, con el "debería".
Porque todos conocemos o hemos conocido personas así y al leer este texto estamos pensando en alguien, ¿o no?
¡Hasta muy pronto!
"La incomprensión, más que la imposibilidad de comprender, es la imposibilidad de sentir" (José Narosky)