Para los cristianos, hay otro dilema. Somos llamados a ser humildes; entonces, ¿qué debemos hacer cuando otros digan cosas buenas de nosotros? Debido a que el orgullo está siempre esperando para levantar su desagradable cabeza, tenemos que tener cuidado de no permitir que nos afecten. Algunos creyentes piensan que aceptar una felicitación es señal de orgullo, por lo que hacen un gran espectáculo dando toda la gloria a Dios. Eso está bien, si es realmente lo que hay en sus corazones, pero muchas veces eso se convierte en una reacción dirigida a impresionar a los demás.
Mi consejo es simplemente que diga: “Muchas gracias”. Después, ore dando gracias por la bendición, reconociendo que cualquier cosa digna de alabanza viene de Dios, al final de cuentas. Si usted se sintió animado, hágale saber a la persona que el comentario fue una bendición para usted. Si recibe elogios por un logro que fue realmente el esfuerzo de un grupo, asegúrese de redirigir el reconocimiento a todos los que estuvieron involucrados. Una bendición se disfruta siempre más cuando es compartida.
Somos probados mediante las alabanzas que nos dan. Cada halago que llegue a nuestros oídos debe redirigirse de inmediato al Padre celestial. Si nos aferramos a ese halago, el veneno del orgullo invadirá nuestros corazones. Pero si damos la alabanza a Dios, la humildad se alojará en nuestras almas.
Fuentes: En Contacto