Primero, debemos saturar nuestras mentes con la Palabra de Dios. Para que el Espíritu Santo renueve nuestros pensamientos a medida que maduramos espiritualmente.
Segundo, debemos dedicarnos a orar en el Espíritu Santo (Ef 6.18). Para que nos guíe en cuanto a qué, cuándo y cómo orar.
Tercero, debemos mantenernos en el amor de Dios. Por supuesto, nunca podremos estar más allá del alcance del amor divino, y por tanto no debemos abusar de la asombrosa gracia del Señor. Con esto en mente, tenemos que preservar nuestra comunión con Él, asegurándonos de pasar tiempo en su presencia sin interrupciones.
Cuarto, debemos esperar ansiosamente el regreso del Señor. Desde la perspectiva cristiana, la segunda venida de Cristo es el evento más esperado de la historia, y necesitamos mantener puesta nuestra mirada en ese objetivo. El pensamiento de que Cristo puede regresar en cualquier momento, es una toma de conciencia purificadora y preservadora para el creyente (1 Jn 3.2, 3).
No existe una “fórmula mágica” para el crecimiento espiritual, pero estos sencillos pasos que se encuentran en los vv. 20-23 de Judas, pueden servir como guía cuando nos esforzamos por proteger nuestra fe de las trampas del mundo.
(En Contacto)