Desde hace casi cuatro años trabajo en el lugar donde quedan presos los sueños, es decir, en un centro penitenciario. Allí tengo la oportunidad de enseñar a jóvenes y mayores, ricos y pobres, aunque con un denominador común: la delincuencia. Miles de presos visitan los gélidos muros de soledad que recorren las paredes de nuestras prisiones que se cuentan por miles cada año: ¡unos 60.000! Una cifra que, para lo población que tenemos en España, es escandalosa. Delitos que proliferan como la espuma, principalmente por la falta de valores y carencias educativas. ¿Será que algo estamos haciendo mal? Sin embargo, no quiero caer en un derrotismo que no lleva a nada, sino a una reflexión para aportar un poco de luz a este país completamente fracturado y sangrante por todos los costados.
Desde hace casi cuatro años trabajo en el lugar donde quedan presos los sueños, es decir, en un centro penitenciario. Allí tengo la oportunidad de enseñar a jóvenes y mayores, ricos y pobres, aunque con un denominador común: la delincuencia. Miles de presos visitan los gélidos muros de soledad que recorren las paredes de nuestras prisiones que se cuentan por miles cada año: ¡unos 60.000! Una cifra que, para lo población que tenemos en España, es escandalosa. Delitos que proliferan como la espuma, principalmente por la falta de valores y carencias educativas. ¿Será que algo estamos haciendo mal? Sin embargo, no quiero caer en un derrotismo que no lleva a nada, sino a una reflexión para aportar un poco de luz a este país completamente fracturado y sangrante por todos los costados.