Como si mi corazón fuera inquebrantable / Elegía de abril

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
poesia

Comenzamos nueva sección de domingos dedicada a la poesía. En esta oportunidad presentamos un poema escrito por una de nuestras colaboradoras, Kristal Marie Rivera. Ademas leeremos a la querida y cubana Carilda Oliver Labra con, Elegía de abril.

Como si mi corazón fuera inquebrantable

Fui en busca de mi

y entre heridas y laceraciones me vi distante.

Irreverente

Peregrina del dolor

Víctima de nostalgias acumuladas

Me rompí

Desterrada, angustiada

Vagabunda por un mundo hostil temeroso de mujeres.

No me hallaba

Rebeliones y perversiones se apoderaron de mi corazón

¡Tenacidad!

Como si decir adiós fuera una respuesta innata del cuerpo, tuve que girar mi mirada de

aquella trivialidad y personas a las que amaba.

Dije adiós, un acto violento y revolucionario para cualquier mujer.

Como si mi corazón fuera inquebrantable tuve que seguir caminando en una despedida

constante para no morir de miedo.

Pero la soledad es un ungüento para mi alma lacerada.

Carbón encendido en mis labios

Desistí y fui mujer

Y mi vientre emanó; fuerza, coraje, ímpetu

Restauración desafiante

Renuncié a la máscara de la felicidad.

Perdida en el discurso del amor dije adiós al culto ciego de las compañías forzosas.

Y en ese adiós de la locura amorosa encontré la libertad.

Me despedí de mis aduladoras amigas

del culto ciego a la rectitud y buenos modales,

de los silencios cobardes y la fortaleza ostentosa.

Y mi corazón fue inquebrantable; divina provocación de mis detractores

Violencia, miedos, tristezas

¡Grito! Y ellas gritan por mi

Supervivencia femenina, himno libertario de rebeldía

Lloro y en cada lágrima es un despojo

Lágrimas de reivindicación

¡Gimo! ¡Escuchad!

La mujer resurge,es la transformación

Vivo con fuerza, mi arma es la poesía que desafía al quebranto.

Por: Kristal M. Rivera González

Andaba yo volando por el suelo,

sin zapatos,

sin mi traje de nube de las nubes;

sola para tus manos,

patética,

inviolada,

pobre,

sola para tus manos,

sola,

y me empinaba hasta rozarte el ángel.

Andaba yo

-noche sobre la noche-

distraída en tu voz de inconfundibles dalias;

andaba yo como entre acoso de belleza,

clásica,

lírica,

absoluta,

y en las paredes profanadas por otros sin el sueño rebotaban lejanías, pedazos de palabras,

besos

que guardaré mañana.

Mi boca dio en la tuya

como un ave de paso.

Pensé en abril

y en que las noches de amor son breves como fósforos negros.

¿De qué serán los versos sino de aquella sombra

que hicimos sobre el lecho?

Su enredadera me arroja en la inocencia

y otra vez soy la misma

que demoraba su salud de novia.

Me he preguntado hoy si tú entendías la media luz,

si hallaste el todo,

si te faltaba piel, no quiero, entraña, como a mí.

Me he preguntado si asumes la ternura de memoria,

si odias tu trabajo, los relojes, mi ómnibus,

el alba fiera, insobornable...

!Ay, tantas cosas!...

(!Qué trastorno hace aquí si te recuerdo,

qué venas tengo nuevas si me ayudas

a duplicar el alba

otra vez en mi frente!)

Y las preguntas pasan inalterables, con verano,

ayer, ahora, siempre,

siempre, ahora, ayer

y quedo muda sobreseyendo un pájaro,

la fiebre, el mar,

la arena que debe estar contigo,

todas las soledades,

el desayuno triste como acuerdo impronunciado.

!Ay, qué palabra diré para ignorarte,

en cuál silencio no hablaré tu nombre

que ya supe!

Mira, te quejas y el amor instala

la agonía,

el tiempo,

la casa extraña donde empecé tu carne

hecha de estalactitas y misterios.

Mira, te quejas,

y yo me acojo a un zumo de azucenas porfiadas,

a niños que desean intervenir mi vientre.

Mira, te quejas,

y estoy yo sola con tu voz

-nelumbio, amarillez, cauto cristal-

viviendo el alarido de la noche muerta

que resucito en el poema.

Yo me pregunto hoy cómo aplacar el cisne,

lo inefable en tu tedio,

la marca de mi alma,

esto que no es morirme aunque me muero.

Y sigo oscura, oscura, oscura,

por gusto derramada,

como esos sauces que nos dicen llantos

que no oímos,

como esas olas que se acaban tan cerca y no miramos, como esos cánceres horribles que ni duelen,

como esa luz que aunque es la luz porque es la luz

nos deja ciegos...

Yo me pregunto,

llama que no se dijo,

cerrada puerta,

óxido,

hueso maldito,

sed;

yo me pregunto cómo saberte a toda la sorpresa,

a vino,

a adolescencia,

a naufragio por fin,

a vértigo,

a imposible;

cómo salir de pronto a condenar tu sangre,

a dividirte en truenos,

a ser otra metida en tus gavetas de estudiante.

Pregunto,

y me socorren todos los incendios del mundo

y vuelvo sola,

y sola vuelvo

y vuelo sola.

No sé qué tengo.

Digo que es jueves

y me asesina un miércoles.

Llega el frío.

Paseo entre callados árboles

sin otro aviso

que el que me traen las horas que nos vieron

Por: Carilda Oliver Labra