Lo más preocupante para los cristianos, son los casos cuando dejamos que otros factores interfieran en lo que sabemos que Dios nos está diciendo. ¿Puede usted recordar la vez que supo que el Señor quería que hiciera algo, pero por alguna razón decidió hacer otra cosa? Cuando desobedecemos al Padre celestial, podemos tener la seguridad de que hemos tenido un fracaso espiritual.
Una de las razones principales de los deslices espirituales es el temor. Ahora bien, no debemos temer a perder la salvación, una vez que estamos seguros en Cristo. De lo que estoy hablando aquí, es del miedo al fracaso. Simplemente, no queremos postrarnos sobre nuestros rostros por el reto que Dios pone delante de nosotros. Por tanto, en vez de enfrentar el llamado, corremos y nos escondemos. Estamos convencidos de que es mejor no intentarlo y fracasar.
¿Es esa la actitud que Dios quiere? Claro que no. Nuestro Padre celestial no nos ha dado un espíritu de temor (2 Ti 1.7 NTV – Nueva Traducción Viviente). Él quiere que haya audacia y sinceridad en nuestra fe. No se incline ante el ídolo del miedo. El Dios que le llamó es suficientemente poderoso para protegerle. Cada vez que Él le asigne una tarea, puede tener la seguridad de que le dará las fuerzas para realizarla.
(En Contacto)