Pero nuestra imaginación también es un potente aliado, bien utilizada puede ser la solución a muchos de nuestros problemas de ansiedad, dolores musculares o incluso dolores de cabeza. La utilización del pensamiento para el tratamiento de síntomas físicos fue popularizada por el farmacéutico francés Emil Coue. Según Coue todos nuestros pensamientos acaban haciéndose realidad, si pensamos en cosas tristes nos sentiremos tristes, si estamos a dieta pero pensamos en la tableta de chocolate que nos aguarda en el armario tendremos hambre, si nuestra mente está perdida en ideas de los solos que nos sentimos nuestra conducta tratará de ajustarse a esas concepciones haciéndonos comportarnos de manera poco social generando aislamiento.
Si logramos sugestionarnos para creer que nos encontramos en un lugar placentero en el que sentimos nuestro cuerpo en un estado de profunda relajación, como sucedía con el efecto placebo, estas creencias producirán cambios fisiológicos en nuestro organismo (bajada de pulsaciones, respiraciones más profundas...). La eficacia de las técnicas que utilizan nuestra imaginación para generar estados de calma dependerá del nivel de convencimiento que logremos.
Para estimular la imaginación en nuestro beneficio podemos utilizar muchas técnicas:
- Visualización: Deberéis concentraros mientras minimizáis al máximo vuestros pensamientos, emociones y el dolor físico.
Podemos también, visualizar la tensión corporal mediante el color rojo mientras que el color azul lo asociamos a la relajación, en este caso los focos de tensión se irán transformando en nuestra mente poco a poco en una luz azul que se generaliza a todo nuestro cuerpo aportándonos a su vez la sensación de relajación que la acompaña.
- Imágenes dirigidas: Trasladarse con la imaginación a algún lugar que nos provoque sensaciones de tranquilidad.
La técnica del sendero de la montaña consiste en imaginarse alejándose del lugar en el que residimos lleno de ruidos y prisas hasta llegar a una montaña que comenzamos a ascender. Según subimos vamos analizando nuestras preocupaciones abandonándolas al margen del camino. Una vez alcanzada la ansiada cima buscaremos un lugar especial para relajarnos y ese será el lugar al que acudiremos cuando lo necesitemos.
- Escuchar música tranquila y suave: Podemos grabar media hora ininterrumpida de esta música para escuchar cada día o cuando queramos relajarnos.
Estas técnicas se suelen utilizar como punto final en actividades como el yoga o el pilates. Recuerdo que hace unos años acudí con mi madre a clases de yoga para ver si encontraba alivio a sus dolores de espalda. En el grupo era la más joven pero he de reconocer que ni por asomo la más elástica, ¡madre mía que atléticos que han vuelto los jubilados!. El caso es que al finalizar las clases la profesora siempre acababa con ejercicios de relajación muy similares a los arriba mencionados, en esos momentos en los que mi vida laboral era bastante estresante por unos instantes lograba mantener las tensiones alejadas … hasta que alguno de mis maduros compañeros alcanzaba en exceso la relajación y comenzaba a roncar evaporando instantáneamente mi ansiado momento zen.
Por eso es importantísimo que estos ejercicios se practiquen en soledad, cuando estemos seguros que nada ni nadie y subrayo NADA NI NADIE nos va a molestar (padres aseguraros de que los niños se encuentren sumergidos en una actividad que les absorba tanto que olviden por un rato sus palabras favoritas ¡mama, mama, mamaaaaaaaaaa! o ¡papa, papa, papaaaaaaaaaaa!).
La práctica diaria os ayudará a conoceros mejor, a saber qué zonas tensáis y donde concentraros para conseguir dar a nuestro cuerpo un merecido descanso.