Las velocidades que pueden alcanzarse con una bicicleta de carretera son realmente elevadas. Sólo hay que fijarse en algún descenso de un ciclista profesional, en los que llegan a superar los 100 km/h en alguna ocasión. Por este motivo el uso de los frenos es fundamental para evitar percances.
La superficie de contacto que tiene una bicicleta de carretera con el suelo es muy reducida, sobre todo si lo comparamos con una de montaña. Habrá que tener mucho tacto con los frenos para no perder adherencia con el asfalto.
Hay que utilizar los frenos como si fuéramos en una moto
El concepto de frenada en el ciclismo de carretera es igual que el que se utiliza en una moto. El freno que realmente va a parar la bicicleta es el delantero, y por lo tanto será el que más haya que utilizar para descender la velocidad.
Para realizar una frenada potente y segura la bicicleta tiene que estar recta. Si frenamos en exceso en mitad de una curva, ocurrirá lo mismo que si vamos en moto, la bicicleta tenderá a levantarse y salirse de la carretera, eso si antes no ha patinado la rueda delantera.
Frenar en gravilla y suelos húmedos
En estos casos sobre todo hay que frenar con mucho tacto y suavidad. El reparto de frenada en esta situación estaría más cerca del 50% entre freno delantero y trasero, ya que si abusamos en exceso del delantero la rueda podría derrapar y tener una caída.
Frenar en una curva
La teoría dice que antes de llegar a una curva ya habría que haber frenado la bicicleta lo suficiente para poder afrontarla. Sin embargo, siempre pueden surgir imprevistos que hagan que no quede más remedio que tener que tocar los frenos en mitad de una.
En caso de tener que tocar el freno delantero tiene que hacerse de una manera muy sutil y muy suave, porque con la bicicleta inclinada hay muchas probabilidades de que derrape la rueda delantera.