La capacidad de los bebés para aprender es muchísimo más elevada que la de los adultos y son capaces de absorber una gran cantidad de información del mundo que les rodean. En este primer momento de su vida son como esponjas de conocimientos, absorben todo, pero no son capaces de procesar tal cantidad de información. Con los colores es igual. Sienten atracción por los colores vivos siendo el rojo uno de sus favoritos y el que más rápidamente llama su atención.
Todos los bebés pasan por 3 etapas en el descubrimiento de los colores. Durante la primera será capaz de seguir objetos en movimiento, pero no de centrar la vista y enfocar elementos concretos. Le es relativamente fácil seguir movimientos horizontales, pero no de la misma manera los verticales. No es hasta los 4 meses cuando ya es capaz de aislar los colores básicos y comenzar a desarrollar la capacidad de los tonos, por lo que sentirán predilección por los colores primarios. Así que hasta los 8 meses no tendrá el sentido de la vista para poder reconocer objetos, personas… por eso es a esta edad cuando comienzan los problemas a la hora de la comida. ¡Por qué de despistan con tantas cosas que ver a su alrededor!
Para ayudarle a reconocer los colores hay que darle esa información de manera constante al referirnos a la comida, a los juguetes o a la ropa realizando asociaciones con los términos. “La mesa verde, la camisa blanca…” y hay que evitar que cuando el niño o niña empiece a hablar y a usar mal los términos repetirlos como él los dice. Él no sabe hablar, nosotros sí. Si el bebé dice el ‘coche zul’ deberemos repetir lo que dice pero bien: ‘el coche azul’. Esto le ayudará a avanzar en su correcto conocimiento del entorno.
Pero esto no es así con los demás sentidos, el sentido del tacto o el oído lo tienen más desarrollado al nacer, de ahí que cuando lloran solo sea el sonido de la voz de su papá o mamá o el contacto con su piel el que lo calma y relaja.