Desde hace tiempo, se está generando un debate social respecto al tema de si vincular el salario a lo que cada uno produce o no. Como es lógico las opiniones respecto al tema son de lo más diversas y todas son igual de respetables. Obviamente, yo tengo mis ideas al respecto que paso a mencionar.
Lo primero que quiero dejar claro es que a las personas se les paga una remuneración por hacer su trabajo y no solamente por ir al trabajo a calentar la silla; aunque para algunos sea lo mismo, desgraciadamente para ellos, no lo es. No es lo mismo aparentar hacer que hacer en realidad.
De la misma forma, considero que no es justo que cobren lo mismo las personas que hacen su trabajo de forma excepcional que aquellos que se “escaquean” y no hacen todo el trabajo que se les encomienda. Porque el estar pagando un buen salario a las personas que no hacen su trabajo incentiva a que los que lo hacen dejen de hacerlo porque visto desde su perspectiva están haciendo el “canelo”.
Aunque no lo parezca, no soy partidario de vincular toda la remuneración a la productividad de cada persona pero si un porcentaje que se vaya aumentando de forma progresiva. No olvidemos que cuando se toca el salario, siempre se notan aumentos de rendimiento de la globalidad de las personas.
A los trabajadores que hacen su trabajo con profesionalidad y que acometen todas sus tareas les lanzo la siguiente pregunta ¿tienen algún miedo a que se vincule parte del dinero a percibir a lo que producen y aportan? La respuesta mayoritaria debería ser que no porque ellos hacen lo que es debido y eso les beneficiará aportándoles más salario. El problema normalmente suele venir por parte de aquellos trabajadores que más se escaquean, que aparentan hacer y que van al trabajo con la intención de aplicar la ley del mínimo esfuerzo.
Todas las compañías tienen la obligación de evaluar lo que hacen sus trabajadores.
Por ello, las empresas deben abandonar las posturas en defensa del presencialismo en el trabajo desde antes de que salga el sol hasta mucho después de que se va. Lo adecuado es acoplar medidas de flexibilidad, libertad horaria y aportación de las personas en su justa medida en función de las circunstancias de cada organización y equipo de trabajo. Para mí lo esencial es que las personas hagan su trabajo sin importar tanto dónde ni cómo. A los trabajadores se les paga para resolver problemas y poder aplicar sus conocimientos y no para decirles en todo momento lo que deben hacer. A las empresas en defensa de la presencia hasta que se van todos los responsables les lanzo una pregunta ¿Están seguros que los trabajadores que más horas están en la empresa son los que más producen? Siempre lo digo, no importa cuánto estén sino lo que hacen en el tiempo que están en el trabajo. Por ello las compañías deben de establecer protocolos a sus trabajadores en los que les marquen los objetivos a los que deben llegar en el trabajo y, en caso de no hacerlo, deberán justificar a qué han dedicado su tiempo. No es justo que se marquen tareas a alcanzar y cuando llega el plazo establecido, unos lo tengan y otros no y eso no conlleve investigación que ayude a mejorar a quien lo precise.
Los trabajadores del siglo XXI quieren tener protagonismo en lo que hacen y dejar su sello personal, es decir, quieren decidir, hacer las cosas a su manera, resolver los asuntos y comunicarse con sus interlocutores, asumiendo su responsabilidad porque tienen claros los resultados que se deben obtener.