Del color de una vieja plañidera pero hierática, o tal vez, astuta como una zorra. Escrutándome como un qareen. Paseando con desparpajo a mi vera. Leyendo el inmediato destino, apostando sin atropellarse. Alma del día, compás con dirección sin decisión, extiende su largo manto inalcanzable y en un instante roza tus labios con los suyos anodinos y secos. Quebradiza sin fisuras, deforme copia sin historia ni arrugas. Rastrea sin pausa, sin olfato, mi camino y me adelanta o se atrasa escondiéndose sin sonrisas, sin desafiar. Hasta la noche oscura, cuando al encontrar una luna negra entre cristales plegados bajo un cielo sin estrellas, la pierdo. Ya sin alma, sin querubín, retiro de mis pies sus lazadas todavía reacias a dividirme y vuelo ocultándome del polvo en el aire. Surco el viaje sólo entre mis sábanas que se desgajan en continuos arrebatos contra mi almohada.
Texto: Ignacio Álvarez Izarbe