Complejo Intermareal Umia-O Grove

Por Felixyloslobos
El fin de semana pasado tocó visita a uno de los lugares más propicios del norte de la Península Ibérica para la observación de aves: el Complejo Intermareal Umia-O Grove, espacio declarado recientemente como la primera Reserva Ornitológica de Galicia y la mayor de España por la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife).
Con más de 7.000 hectáreas de superficie, este mosaico de playas, dunas, lagunas y marismas está incluido, además, en la Lista de Humedales de Importancia Internacional (sitio RAMSAR) y forma parte de la Red Natura 2000.
Son las 10.15h. de la mañana. Nada más llegar, la sensación de inmensidad es abrumadora. Horizontes amplios de tierra y mar se extienden a ambos lados de la carretera que atraviesa este paraje incomparable. Todo es nuevo para mi. Es la primera vez que vengo a pajarear aquí. De no ser por mi amiga Vanessa, que me acompañó durante toda la jornada e hizo las veces de guía, no sabría por donde empezar. Me dirigí a la conocida playa de A Lanzada, arenal que habíamos escogido como punto de encuentro y de partida de la ruta.

La conocida playa de A Lanzada, de 2,5 km. de longitud. //Manu Sobrino


A Vane y a mi nos unen nuestra pasión por la naturaleza y una forma muy parecida de entender la vida. Ella es una excelente fotógrafa. En su obra, los grandes protagonistas son los odonatos libélulas y caballitos del diablo de los que ha llegado a convertirse en una experta. A menudo disfruto y me empapo con sana envidia de todo lo que sabe. Ahora se ha pasado a la pluma, tratando de identificar cada pájaro que ve. Su curiosidad no tiene fin...
Efectuamos la primera parada en las marismas de O Vao. Al contrario de lo que pensaba, la bajamar sería un inconveniente a la hora de ver e identificar a las aves. Tendríamos que esperar a que subiera la marea. Tan sólo un pequeño grupo de gaviotas que estaba lo suficientemente cerca nos mantuvo entretenidos unos minutos.
A continuación nos dirigimos a la lagoa Bodeira, pequeña laguna de agua dulce a la que se accede a través de una pista no precisamente preparada para sillas de ruedas. Con la ayuda de Vanessa, avanzando muy despacio, y después de superar varios charcos de agua acumulada con las lluvias de días pasados, conseguí llegar hasta allí.
En su interior, nadaban tranquilamente varios ejemplares de ánade real y focha común. Otros permanecían ocultos entra la abundante vegetación palustre, dominada por el sauce y el carrizo. Varios minutos de atención y espera nos permitieron descubrir a un tercer personaje: la ubicua gallineta, que con sus hábitos discretos nos hizo pensar en un primer momento que se trataba del esquivo rascón...

Focha común (Fulica atra) en la laguna de A Bodeira. //Manu Sobrino


Nos pasamos un buen rato contemplando las abluciones de las fochas, capaces de bucear para dar alcance a las plantas acuáticas de las que se alimenta. Por fin, nos animamos a sacar nuestras cámaras y hacer las primeras fotografías. Una enorme garza real sobrevoló nuestras cabezas. Con la delicadeza de un paracaidista, aterrizó en el borde de la laguna.
El vuelo rápido y directo de un cernícalo llamó mi atención a mis espaldas, por encima del cordón dunar que protege la playa Mexilloeira. Aquí fue donde Vanessa localizó, el 9 de noviembre, al raro Podiceps auritus zampullín cuellirrojo cita celebrada por todos los birders gallegos. Instantes después apareció otro cernícalo, probablemente la pareja del primero. Ambos mostraban una evidente actitud de caza, ejecutando su espectacular vuelo cernido antes de caer con sus garras sobre algún reptil o insecto despistado.
Como dato curioso quizá más preocupante que curioso hay que decir que tuvimos ocasión de observar a varias libélulas del género Sympetrum en el entorno de la laguna. Incluso una pareja acoplada en tandem como me explicó Vane centrada en la puesta de huevos... ¡en pleno mes de diciembre!

Cernícalo vulgar posado en las inmediaciones de A Bodeira. //Manu Sobrino


Entretando, los patos dormitaban y las rapaces se habían marchado, así que decidimos retirarnos. En el camino de vuelta, nos topamos con dos de los nuestros. Eran Juan Gómez y Juan Carlos Epifanio, a los que hasta ese momento sólo conocíamos vía WhatsApp. Nos presentamos y comenzamos una animada charla. Hablamos, entre otras cosas, de las amenazas que comprometen el futuro de esta y de otras zonas húmedas. Y por supuesto de las criaturas que las habitan. Amenazas que llegan "por tierra, mar y aire", comentaba Juan Carlos. En A Bodeira ya no crían con tanta frecuencia las gallinetas, las fochas o los zampullines. "La gente trae a sus perros a bañarse aquí", aseguraba Epifanio. Lo mismo sucede con el chorlitejo patinegro, que a duras penas consigue sacar adelante a sus pollos en playas como A Mexilloeira.
Actividades de ocio como el surf o embarcaciones a motor como lanchas o motos de agua perturban la sagrada tranquilidad de las aves. Las molestias humanas derivadas del turismo descontrolado ponen en riesgo la supervivencia de muchas especies, hasta el punto de hacerlas desaparecer completamente.
Uno de los objetivos de mi viaje a O Grove, y en definitiva, de cualquier salida al campo, era ver especies nuevas. Concretamente dos: el colimbo grande y el ánade rabudo. Afortunadamente para nosotros, nuestros colegas sabían donde encontrar la primera de ellas, y amablemente se prestaron a guiarnos hasta allí. Tenían localizados 3 ejemplares en el extremo norte de A Lanzada, cerca de Punta Raeiros. Y hacia allí nos dirigimos. Cuando llegamos al punto de observación, desde donde se dominaba una considerable porción de mar abierto, peinamos a conciencia aquella zona.

Uno de los cuatro colimbos grandes que pudimos observar. //Manu Sobrino


Juan Gómez y Epifanio no tardaron en encontrar a uno de los Gavia immer. Vane y yo, con la vista menos acostumbrada, estábamos un poco más perdidos. Una vez más, fue gracias a la ayuda de nuestros compañeros y sus potente teleobjetivos como pudimos ubicarlos. Para el ojo inexperto, era fácil confundir a los colimbos con sus vecinos los cormoranes. Estos, con el plumaje completamente negro; aquellos, con la garganta y partes inferiores de color blanco. La técnica de pesca tampoco ayudaba a distinguirlos. Las dos especies capturan a sus presas varios metros por debajo de la superficie.
Sin tiempo para más, Gómez y Epifanio se vieron obligados a irse. Era hora de comer. Nosotros, ensimismados con los colimbos, habíamos perdido totalmente la noción del tiempo. A pesar de todo, queríamos seguir, y seguimos hasta que logramos hacer buenas fotos. En una de ellas puede verse a un grupo de cuatro individuos nadando juntos.
Se nos echaba la tarde encima. Cuando nos dimos cuenta era las cuatro menos cuarto... ¡Y no habíamos probado bocado en todo el día! Quedaban como mucho dos horas buenas de luz, así que no perdimos un segundo. Compramos un bocadillo y un sandwich para llevar y seguimos a lo nuestro...
El siguiente alto en el camino nos llevó hasta la antigua fábrica de tejas de Vilalonga, en el concello de Sanxenxo. Sin embargo, aquí tampoco tuvimos suerte. Apenas un inquieto andarríos y alguna cerceta descansaban a este lado de la ría. Pero Vane me reservaba lo mejor para el final...
El cansancio empezaba a hacer mella. El hambre también. Pero sólo éramos conscientes de ello cuando ojeábamos la pantalla del teléfono móvil. En otras circunstancias estaríamos agotados. Pero no hoy. No ahora... ¿Cómo íbamos  a estarlo, rodeados como estábamos de tanta belleza, de tanto por descubrir?

El espectacular ánade rabudo, flanqueado por un macho de ánade azulón
y una hembra de su misma especie. //Manu Sobrino


De vuelta en la ensenada de O Vao, fuimos testigos del insólito 'Desfile Otoño-Invierno Fashion Anatidae 2016'. Cientos de patos vestidos con sus mejores galas caminaban sobre aquella peculiar pasarela de agua y limo empujados por la pleamar. Vane y yo disfrutábamos del espectáculo desde nuestra privilegiada posición en primera fila, o lo que es lo mismo, desde el arcén de la Nacional PO-316, que ofrece excelentes vistas a la ensenada.
Un variopinto despliegue de formas y colores cubría aquel escenario. El gordo y rechoncho ansar común, como no daba la talla, asistió al evento como espectador. Mientras tanto, Vane y yo, cual verdaderos críticos de moda, comentábamos las propuestas para esta temporada. Pasaba desapercibido el estilo sobrio y discreto del ánade friso; el azulón apostaba por la clásica combinación verde brillante con irisaciones en su cabeza y un bonito adorno de plumas negras y rizadas en la cola; el llamativo tocado del silbón europeo, de color amarillo, contrastaba con las tonalidades rosadas de su pecho. Pero sin ninguna duda, el diseño más arriesgado, el top model de los patos, era el ánade rabudo. Su look fue el más aplaudido por el público.
A medida que el sol descendía por el oeste, un manto de oscuridad se proyectaba por el este, apagando tras su marcha el lustroso plumaje de las aves, que se disponían a pasar la noche en apretados bandos. Inevitablemente, llegó el momento de la despedida. Regresamos al parking de A Lanzada, donde tenía estacionado mi coche. Las espectativas se habían cumplido con creces para mi, y así se lo hice saber a Vanessa, hacia la que sólo tengo palabras de agradecimiento. Pronto nos veremos otra vez...