El Tribunal apreció cierta rigidez en
su mirada. Como prueba del delito, ella. La misma que la acompañaba
a sus reuniones y la hacía sentir única después de acariciar la
luna. Abrieron la ventana. Llovía. La bruja no pudo aguantar
más el gesto y con una sonrisa rompió el orden de sus pecas. La
echaron a volar pero la escoba cayó al suelo, igual que las
mariposas cuando las mojas. Texto: Érika González Leandro