Tengo la insana costumbre de decir lo que pienso, equivocado o no y muchas veces sin una reflexión previa adecuada. Así soy amigos, es lo que hay. Esto me ha granjeado enemigos íntimos y escasez de auténticos amigos en mi entorno inmediato. Tengo algunos en la distancia a los que quiero mucho pero no dejo de pensar que, si me conociesen de a diario, la cosa cambiaría.
Este modo de ser y actuar me ha llevado a expresarme abiertamente en materia de vino, industria, elaboración y demás, sin explicar, tal vez de modo adecuado, el motivo de mis comentarios o que me mueve a hacerlos.
Hay dos claros niveles en el sector. Económicos y sociales. Uno, el de la industria, da trabajo a millares y produce millones de euros. A cambio de ubicar esa parte del sector en entornos económicos competitivos se perdió, hace décadas, la perspectiva artística y autentica del terruño. Se perdió. No es delito, ni siquiera es malo para el negocio. Simplemente se perdió por incompatibilidad entre ambos mundos. Hacer millones de litros y hacerlos como cuando se hacen decenas de miles es imposible. Sin mas.
En este contexto, se produjo una posición dominante que desequilibró de modo definitivo al sector haciendo inviable, por ejemplo, el emprendimiento. O el éxito desde abajo. Es imposible montar un proyecto pequeño y crecer hasta la riqueza económica máxima sin abandonar el camino del vino verdadero (tome este la forma que tome). Para seguir siendo fiel a ese modo de entender la viña y el vino se ha hecho necesario redoblar esfuerzos, hacer vinos en multitud de lugares y multiplicar marcas y elaboraciones. Eso o abandonar esta linea, comprar uva por doquier y aumentar producción. De ambos caminos tenemos multitud de ejemplos.
Cada vez mas personas vinculadas a esas empresas, a esa maquinaria, confunden lo personal con lo comercial. Cada vez mas personas sin relación con la industria consideran equivocada la defensa cerrada del modelo de elaboración de los Estevez, Sebio, Nanclares, etc... Cada vez mas personas relacionadas con la comercialización creen en el mensaje sordo y silente de la industria, defendiendo su posición de privilegio y menos en el de los elaboradores que, desde la legitimidad del capitalismo de primero de económicas, hacen un producto cojonudo para todos menos para la propia industria.
Y esto es como poco mezquino. Triste y mezquino. Y patético. Leo cruces de comentarios entre personajes que lo son porque defienden el status quo ante la revolución pendiente y me enfado. Me da mucha pena ver a personas que respeto querer defender su "nicho de mercado" pasando por encima de la amistad o de la educación o de las mínimas normas de cortesía. Me da pena oír a un vendedor defender que se debe comprar su vino antes que otros "porque damos de comer a 600 familias", menospreciando a la "familia" que hace ese vino de baja producción y profundo respeto al campo y al consumidor al que está jodiendo con sus campañas abusonas y mentirosas.
Y me canso. No tiene mucha importancia, pero soy un gran dependiente del apoyo ajeno. Necesito saber, mediante a estímulos externos, que hago las cosas moderadamente bien. necesito sentir que quien me sigue, quien sea, está de acuerdo o no conmigo y, si no lo está, quiero saber con que parte y porqué. Y si lo está, quiero que me lo digan. La absoluta soledad en la que ciertas personas están "predicando para el desierto" de esta parte del mundo del vino es descorazonadora.
Y es crucial, decía, que entendamos que conceder, aceptar y no exigir es nuestra responsabilidad. En el vino, en la carne, en las verduras. En todo. Aceptar por comodidad, acceso o negligencia no nos convierte en inocentes. Nos convierte en irresponsables.
No se trata de recibir lisonjas. Se trata de recibir atención y cierto "feedback", en el uso anglosajón tan de moda, por parte de quien lee, de quien recibe el mensaje y lo entiende o no.
No es que no me explique. Es que no digo lo que se espera. No es que tenga inquina por tal o cual bodega, es que están haciendo daño adrede o sin saberlo. Al pequeño, al consumidor desinformado, a la lógica del mercado y a muchas cosas mas. Y merece saberse.
No se si lo que estoy haciendo mal tiene que ver con ser o no como soy, pero si eso es así tampoco hay ninguna problema en hacerse a un lado y dejar de escribir estos tremendo panegíricos. Porque si eso soluciona algo, palabra, me piro y ya está.
Lo malo es que no creo que sirva de nada. Ni se como "despertar conciencias", al menos no en este mundo de miserias y mercadeo. Pero que algo se está haciendo mal es evidente.
Veremos.
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