Viendo las noticias ayer mientras almorzaba, me impresionó una de ellas en la que se decía que el número de personas que compraban la lotería había incrementado. Llegaban a decir en la noticia que " parecía que regalaban la lotería ", fijándose en la enorme cantidad de personas que se encontraban haciendo cola para comprar los décimos.
(A partir del min 3:25)
Puedo comprender que se haya convertido en casi una tradición durante la época navideña. Pero no me centro aquí en las personas que compran participaciones o algún que otro décimo a lo largo del año, pues es inherente al ser humano buscar la suerte e ilusionarse con la posibilidad de que pueda tocar.
Pero...¿qué pasa con aquellas personas que destinan gran parte de su sueldo a comprar la lotería con la falsa esperanza de que les toque? Porque admitamos algo... las probabilidades de que nos toque la lotería son muy bajas:
Para el Euromillón, la probabilidad es de 1 entre 76 millones; para el Gordo de la Primitiva es de 1 entre 31 millones; para la quiniela 1 entre 4 y millones; para la lotería nacional, 1 entre 600 k o 85 k, dependiendo de si es la de cada jueves o si es la de navidad, respectivamente; mientras que el cupón de la Once o la l otería extraordinaria de la Navidad es de 1 entre 100 k ( aún así es lejos de ser probable). (Aquí he mencionado sólo algunas de las principales, y las cifras son redondeadas y se refiere a los premios principales. Para conocer las cifras exactas podéis acudir a este enlace).
Ya hemos visto que las probabilidades de que nos toque cualquiera de estos premios es generalmente de una entre millones... (a no ser que te apellides "Fabra" he he). Entonces, ¿por qué hay personas que pasan la vida gastando dinero en que les toque algo que es prácticamente imposible?
Los juegos de azar existen gracias a que tenemos una mente selectiva. No importa cuántas veces hayamos perdido, que nuestra mente se centrará en las pocas ocasiones que hayamos ganado algo. Es por esto que no es raro que nos toque un pequeño premio, pues de este modo, engañamos a nuestra mente restaurando la confianza que habíamos perdido. Como nos ha tocado un pequeño pellizco, volvemos a ilusionarnos y nos decimos que cada vez estamos más cerca del premio.
Por un momento centrémonos en las personas que a lo largo de su vida han gastado una cantidad muy elevada de sus ahorros en comprar lotería. Todo ello por la ilusión de que algún día toque, y que por tanto el dinero empleado se reembolse y con creces. El problema es que a todo el mundo no le puede tocar. Y muchas personas mueren habiéndose gastado ese dinero que podrían haber destinado para:
- Pagarse unas vacaciones de lujo.
- Pagar la hipoteca, deudas acumuladas (si es que tienen).
- Comprarse un coche.
- Invertir en bolsa y hacer más dinero (con la ayuda de profesionales o aprendiendo por su cuenta).
- Destinar ese dinero a causas benéficas y poder sentir el placer de estar ayudando a otros, etc, etc... hay tanto que hacer!
¿Y si nos toca la lotería?
Lo más gracioso es que esto no acaba aquí. Suponiendo que efectivamente nos tocase la lotería ( y esto hiciese que todo el esfuerzo y dinero depositado hubiese valido la pena...), aún así nada nos garantiza que fuésemos más felices. Es más, hay estudios que demuestran precisamente lo contrario. Hoy en el periódico "El País", un artículo nos vuelve a recordar las consecuencias negativas de ganar una gran suma de dinero: los ganadores se vuelven conservadores, su salud física empeora y no dejan su trabajo, con lo cual no sólo no cambia mucho sus vidas, sino que lo que cambia, es a peor.
Finales no tan felices...
En Internet podemos encontrar numerosos casos de personas que arruinaron o empeoraron sus vidas tras ganar alguno de estos premios. En el blog del periódico 20 min se destacan ejemplos de este estilo ( 13 historias distintas); en el periódico Público podemos leer otras 10 similares; en el Confidencial podemos leer más casos, y en muchísimos otros portales, pues ... no todo el mundo puede ganarla, pero es que además no todo el mundo está preparado para ganar.
- ¿A qué destinarías tú ese dinero? o ¿por qué seguirías comprando?