Alguien no ha entendido algo y se ha perdido irremisiblemente entre líneas o entre la letra pequeña que no deja ver el bosque. Y esa incomprensión nos está saliendo muy cara, con un coste inasumible según nos van bajando la nota y nos abocan a pagar unos intereses cada vez más altos. Es preocupante, pero la comprensión lectora no sólo de palabras escritas, sino de signos, miradas, guiños o simplemente hechos es baja, por no decir inexistente y así nos va. Cuando se habla de que aumente la demanda como condición para la recuperación económica, pensaba que se referían a la de bienes y servicios y no a la de empleo, a través de una mejora del poder adquisitivo. Se trata de establecer prioridades de gasto y ahorro en un entorno de recursos financieros limitados, que se unen a unos naturales también en las últimas pero que tampoco queremos ver ahora, como no quisimos ver en su momento el fin del cuento de la lechera porque no convenía. En este entorno de recursos limitados no se trata de recortar donde más duele para que se note el recorte, de la misma manera que una manifestación corta una vía principal para que su protesta tenga más eco. Esto, que en un trabajador desesperado a punto de perder sus derechos, no ya su empleo, es comprensible, en un gestor público resulta pueril como una pataleta de colegio de quien lo ha tenido todo y ahora está obligado a administrarse y renunciar a sus privilegios. Porque de eso se trata, de gestionar, que para eso les pagamos, no para otra cosa, y no de amputar por lo sano dejando en tierra no ya una generación, sino a todas, sin posibilidad de recuperar el billete ni el dinero. Al final, es cuestión de comprensión lectora y eso sólo se aprende leyendo, aprehendiendo, con constancia. Por ahora, habrá que volar con la imaginación.