Comunícate más y mejor

Por Raquelcabalga @RaquelCabalga

Nuestra humanidad radica en nuestra necesidad de socializar y, de ambas, nace la comunicación. Nos comunicamos continuamente, a nivel verbal y no verbal, a nivel energético…  Disfrutamos intercambiando opiniones, sentimientos u ocurrencias y es que nos gustan las historias y nos gusta escucharlas o compartirlas.

La comunicación es la base de todas nuestras relaciones, incluso de las sociedades… Pero, ¿qué sucede cuando tenemos que interactuar con una persona que no nos gusta? Lo más probable es que exista un acto comunicativo por necesidad pero sin ningún tipo de compenetración, lo cual sugiere poco éxito y flexibilidad en el momento en el que surjan temas complicados o un contexto ambiental tenso.

Si quieres construir una buena comunicación con cualquier persona debes tener en cuenta algunos detalles: tu aspecto, tu tono de voz y comportamiento, tus habilidades para comunicarte, los valores que te identifican, tus creencias, tu objetivo…

Lograr el entendimiento es una cuestión bilateral; esto es, no es una carretera de una única vía sino cosa de dos. Afortunadamente, con estas recomendaciones vas a mejorar tus capacidades de comunicación y compenetración de forma rápida:

  • Pon todo tu interés en la otra persona (tu interlocutor) para lograr entenderla, escuchándola de forma activa sin interrumpirla adelantándote a los acontecimientos o dando soluciones prematuras. Céntrate como si solo existiera esa persona y aleja al entorno y, sobretodo, a tu pensamiento.
  • Si has empezado a prestar toda tu atención a las personas mientras hablas con ellas… ¿Te habrás fijado en qué cada cual tiende a usar ciertas expresiones o frases, verdad? ¡Bien! Incorporando esas frases o muletillas que usan tan a menudo, con mucha sutileza, lograrás aumentar vuestra compenetración y lograr una comunicación más fluida y relajada. ¡Estaréis “en la misma onda”!
  • ¿Cómo se expresa tu interlocutor? Quizás generaliza o exagera, habla de los detalles, es una persona muy visual… Utiliza esa información en vuestras conversaciones pues estarás adquiriendo las formas comunicativas que mejorarán vuestro entendimiento. No hablo de que cambies tu forma de hablar, únicamente sugiero que te adaptes a la forma en la que se comunican otras personas para lograr relaciones más fluidas, sobre todo cuando de dichas conversaciones depende tu éxito y bienestar personal, laboral o familiar.
  • Acomoda tu ritmo al de la otra persona: respira al unísono (¡sin exagerar!), respeta el ritmo y el volumen…
  • Descubre cuál es el objetivo o la finalidad de la conversación. ¿Qué intenciones tiene tu interlocutor? Conocer sus propósitos te permitirá mantener una conversación directa para no perder tiempo ni recursos, evitando a toda costa esos diálogos tensos que tanto nos disgustan a todos.
  • Adquiere una postura corporal parecida a la de tu interlocutor para proyectar entendimiento y conexión en la conversación. Los gestos, la velocidad, el tono y el volumen de la voz… A veces, más que tus palabras es tu forma de decirlas: tú eres el mensaje.
  • Si tu interlocutor mantiene una actitud defensiva, con una postura retrasada (alejándose de ti) y con los brazos y las piernas cruzadas… ¡Algo no está funcionando y la comunicación no será satisfactoria! Intenta acomodarte a su postura y ve relajando tu tono de voz mientras vas “abriendo” también tu postura para lograr la compenetración. Cuando existe esa conexión es posible discrepar y/o tratar temas complicados sin necesidad de llegar a conflictos irresolubles.
  • Respeta a la otra persona, en todo: opiniones, energía, preferencias, creencias, estatus, tiempo, formas… Aunque no te guste su forma de ser, de comunicar, de vivir o de actuar debes tener en cuenta que son sus recursos y su elección, no te corresponde cambiarlos.

No siempre somos conscientes de aquello que comunicamos y a quién lo comunicamos… Fíjate, Robert Dilts cuenta una historia de una tribu en África occidental y de su forma de saludarse:

La persona A dice: “Te veo… (nombre)”.

La persona B contesta: “Aquí estoy, te veo… (nombre)”.

La persona A, a su vez, replica: “Aquí estoy”.

Permítete saludar a la gente con toda tu atención: ten en cuenta tu corporalidad, tus palabras, a tu interlocutor… ¿Imaginas cuán diferente sería dedicar unos segundos a esa persona a la que saludas, mirándola a los ojos y conectando de verdad? ¡Claro que te lo imaginas! Ese es el primer paso hacia la consecución de una mejor y mayor comunicación que revertirá en relaciones más sanas y fuertes.