Por fin hemos podido disfrutar del gran espectáculo que año tras año ofrecen los campos provenzales teñidos de añil. Era una espinita que tenía clavada desde hacía mucho tiempo, desde que viajamos por primera vez a la Provenzaa finales del 92. El período de floración empieza a finales de junio y se limita a unas pocas semanas, por lo que si se quieren ver los campos de lavanda en su máximo esplendor, hay que organizar el viaje para esta época. Si la región es ya bonita de por sí en otras estaciones, lo de ahora ha sido un sueño hecho realidad, porque además de ser un auténtico lujo para la vista, el aroma que impregna todo el ambiente hace que te sientas en la gloria. El revoloteo de las mariposas y las abejas de flor en flor o el persistente canto de las cigarras convierten los campos provenzales en un lugar idílico.
Además de la lavanda, los campos de girasoles mirando al gran astro, las extensiones doradas del cereal ya casi todo segado, los bosques o los verdes viñedos colaboran en recrear una paleta de colores que enamoró a tantos artistas en el pasado y sigue cautivando en el presente. Los olivos, aunque en menor cantidad, también tienen su sitio, al igual que los elegantes cipreses que se levantan al cielo. En centenares de ocasiones he visto las imágenes en postales, libros o folletos pero éstas, mis imágenes, las he captado no sólo con la cámara sino con el corazón porqué me han hecho sentir como pocas veces.
Cuando la flor está en su punto óptimo de maduración se procede a su recolección que lógicamente se lleva a cabo de forma mecanizada. Muchos de los productores locales tienen su propia destilería donde obtienen el aceite esencial cuyo destino será un perfume, un cosmético, un jabón o un detergente o incluso la aplicación directa de unas gotas en un masaje relajante.Si dejamos secar un ramo de lavanda se convertirá en uno de los mejores objetos de decoración o unas flores dentro de los clásicos saquitos de tela pueden aromatizar nuestros armarios o por qué no, pueden servir para preparar una infusión gracias a sus propiedades tranquilizantes y ansiolíticas.
Alambique de destilación
Cuando se empieza a recolectar, algunos productores abren sus puertas al público y muestran el proceso de destilación a la vez que sus bien surtidas tiendas ofrecen junto con la lavanda y sus derivados, otros productos de la tierra, como aceite de oliva o la cremosa miel de lavanda reconocida con una Identificación Geográfica protegida (IGP) bajo el nombre de "Miel de Provenza".
A lo largo de estos meses de floración y recolección, en muchos pueblos se celebra la Fiesta de la Lavanda, con varias actividades y exposiciones. Suelen llevarse a cabo demostraciones para enseñar como se recolectaba antiguamente y concursos de corte de lavanda a mano. También hay la posibilidad de visitar las destilerías, ver la actuación de diferentes grupos folklóricos o incluso sobrevolar los campos en helicóptero o en globo.
No hace falta decir que los mercados con venta directa de los productos regionales y artesanía llenan las calles y plazas de estos pequeños pueblos.
Durante el resto del año, a excepción de enero, los interesados tienen la posibilidad de visitar el Museo dela Lavandaen Coustellet a 7km de Gordes. Un museo abierto desde 1991 donde se puede admirar una importante exposición de alambiques de cobre que desde el siglo XVI hasta la actualidad se han utilizado para destilar el aceite esencial.Durante este corto viaje de tres días nos acompañaron mis padres por lo que nos lo tomamos con mucha tranquilidad, siguiendo su ritmo pausado e intentando mostrarles algunos de los lugares que más nos habían cautivado en las anteriores ocasiones.Así pues, destinamos un día a los campos de lavanda de Vaucluse y a pasear por algunos de sus pintorescos pueblos. Algunos de ellos, como Gordes, era la tercera vez que los visitábamos mientras que otros, como Roussillon, era la primera vez que lo pisábamos, después de seguir los buenos consejos de Gustavo del blog GusPlanet, un enamorado y gran conocedor de la Provenza.
Gordes
Gordes
Gordes
Vista desde Roussillon, el pueblo ocre
Roussillon
Roussillon
Roussillon
Roussillon
Campo de lavanda antes de llegar a Roussillon
Me extendería demasiado si me pusiera a escribir sobre el encanto de estos pueblos, sobre su mosaico de colores o sobre su luz, sobre sus fuentes de agua fresca o los grandes plátanos que dan sombra a sus plazas.
De todas formas, ya hablé de algunos de ellos en otra ocasión y si os interesa lo podéis encontrar aquí, aquí o aquí, y como no, en el magnífico blog de Gus Planet.
A muy pocos kilómetros de Gordes y a través de una estrecha carretera, se llega a la Abadía de Sénanque, una abadía cisterciense del siglo XII cuya imagen con los campos de lavanda en flor, juraría que es una de las que más aparece en guías, postales o folletos turísticos de esta zona de la Provenza. Esta luminosa imagen contrasta con el aspecto triste y solitario que presenta en invierno tal como se puede ver en esta otra foto tomada en diciembre de 2010. Independientemente del bucólico entorno donde se encuentra, la visita de la Abadía es también muy interesante. Se trata de una visita guiada de una hora de duración y aunque la explicación se hace sólo en francés, hay unos folletos disponibles en diferentes idiomas.
Abadía de Sénanque
Foto tomada en diciembre de 2010
Claustro Abadía de Sénanque
Claustro Abadía de Sénanque
Con lo visto el primer día ya me daba por satisfecha pero lo mejor estaba por llegar ya que es en los Alpes dela AltaProvenza, en la meseta de Valensole, donde se pueden contemplar los extensos campos con sus infinitos bancales ondulantes que se pierden hasta que alarga la vista. Esta fértil llanura tiene una extensión de 800 km2 donde predomina el cultivo de la lavanda y de los cereales. Por su clima benigno y sus días soleados durante la mayor parte del año, esta planta aromática ha encontrado en la meseta de Valensole el ambiente ideal para crecer y producir. Desde Valensole se puede seguir hasta Moustiers de Sainte Marie y el Cañón de verdon, otro regalo de la naturaleza que hay que ver por lo menos una vez en la vida. Moustiers, igual que la mayoría de pueblos de la Provenza, se transforma radicalmente en verano. Tal como he dicho al principio, en esta ocasión íbamos con un objetivo muy concreto, pero el invierno provenzal, aunque falto de color, tiene también mucha magia.
Campos de lavanda en la meseta de Valensole
Moustiers de Sainte Marie
Lago Sainte Croix
Cañón del Río Verdon