Al despedir al Inspector Flórez ( no me acostumbro a llamarlo Eusebio) he sentido un escalofrío. Me ha recorrido la columna vertebral. Toda. Desde la coronilla hasta la punta de los pies…Hacía tiempo que no sentía este tipo de escalofrío. No es como el que me invade antes de hundir y deslizar el cuchillo por el cuello del pollo de turno. No, este lo identifico con el miedo pero…sin llegar a serlo…Es un miedo mínimo, que se asoma y me saca la lengua pero es pequeño e insignificante.
Me da escalofríos pero no lo temo demasiado…
El pequeño hombrecillo que cree que es Inspector de Policía, no encontrará nada en Benidorm que lo vincule a mí. Para ser una Asesina en Serie de provecho he estado estudiando. Además de analizar el trabajo de otros colegas, me he dado un atracón de CSI, The Following, Dexter y un poco de The Sopranos (la mafia, siempre te da alguna idea).
¿Alguien piensa que me presenté en el bar que estaba Paco, con mi aspecto habitual? Pues, no. Mi aspecto estaba lo suficientemente modificado para que Paco pensará que con los años había cambiado de estilo y figura pero cualquier observador externo, al describirme, no hubiese visto a la mujer que en realidad soy…Además de las prótesis de silicona , estratégicamente situadas, que me hacían más curvas de las que tengo , llevaba peluca y gafas falsas. Me cambié en el lavabo de una gasolinera de carretera (que no tenía cámaras de seguridad) y después, repetí la operación. Volví a Las Tuercas, con mi sencillo vestido de verano, zapatos planos, sin apenas maquillaje y mi media melena, negro azul, al viento…
La pollera depredadora, era una mujer de melena color castaño con mechas californianas y muy, muy voluptuosa… Eso me recuerda que debo deshacerme de la peluca y las gafas…Y el vestido…Pienso en coger el coche y llevarme “las pruebas” lejos de aquí. Lo tiraré todo en uno de esos contenedores de ropa de segunda mano…
Lo meto todo en una de esas bolsas ecológicas del Carrefour y me preparo para salir. Me estoy poniendo los zapatos cuando suena el timbre de la puerta. De nuevo.
Miró mi reloj y me angustió. Hace apenas veinte minutos que el Inspector Flórez se ha ido de aquí. ¿Se habrá dejado algo? ¿Querrá preguntarme alguna cosa antes de irse a Benidorm? Mierda! La bolsa está al lado de la puerta. La peluca canta cual almeja. Debo sacarla de ahí, antes de abrir.
Vuelven a llamar.
Meto la bolsa, a presión, en un armario pequeño que hay en el recibidor. Esta vez, no se ha anunciado. ¿No debería haber dicho “Soy el Inspector Flórez, otra vez”? Abro la tapa de la mirilla y observo. Sólo veo una puntita de pelo de una cabeza. La persona que está llamando a mi puerta ( suena el timbre de nuevo) es bajita pero…creo que el pelo es de un tono más claro que el del Policía pero no estoy segura…
No están los tiempos para arriesgarse…Se puede colar un Asesino en Serie en tu casa, sin que te des ni cuenta…
-¿Quién es?-pregunto con voz firme y desafiante.
-Soy Saray. Ábrame la puerta, por favor- dice sollozando.
Un tirón. Ese tirón.
Abro.
Dejo pasar a Saray. Es muy bajita. No lleva sus tacones habituales. Veo que lleva la misma ropa que esta mañana, cuando he visitado la Pollería y la he despedido. Sus ojos están hinchados de tanto llorar. También su nariz. La verdad es que, por un momento, me da pena pero…me llama la atención su cuello. ¡Qué cuello, por Dios! Observo como late el pulso en esa superficie nívea y, a los pocos segundos, ya estoy fantaseando con rebanárselo. En finas y uniformes lonchitas…
Me ruega que no la despida. Me explica que se vio obligada a follar con el charcutero porque este la amenazó con despedirla. Me pide perdón. Me suplica el perdón. Más ruegos. Más desesperación…
Me cansa un poco, la verdad. Mi mente se ha disociado de mi afectividad y de mi cuerpo. Va por libre y está maquinando, a toda marcha, como matar a Saray. ¡La tercera víctima! ¡Por fin! ¡Y en casa!
Mi cerebro está emocionadísimo…¿Y estrenar los cuchillos japoneses?
Le pregunto si alguien sabe que ha venido a verme. Me responde que no. Que tras mi visita al Mercado, la otra dependienta la ha hecho recoger sus cosas. Ha deambulado por el parque, sin rumbo. Llorando sin parar. Se ha quedado dormida en un banco hasta que ha decidido venir a mi casa para pedirme su readmisión. Aún no ha llamado a su madre ( que cuida a su nene) . Nadie sabe que la han despedido y…además, se ha dejado el teléfono móvil en la Pollería.-
-Pasa a la cocina. Tomamos un café y hablamos- le digo.
Saray se sienta ante la mesa. Se retuerce las manos. Está muy nerviosa. Me encanta y sé que eso es malo. Templanza, templanza, templanza…
Templanza de Asesina en Serie pero… La Asesina del Pollo está tomando el control.
Mientras preparo el café, no puedo evitar mirar fijamente lo que hay a la espalda de Saray… Está en una estantería… Un bello soporte de caoba rosa pálido con mi set de cuchillos japoneses de acero al carbono, forjados artesanalmente.
-¿Con azúcar?- le pregunto, sonriendo…