Me voy despejando con resaca. Con resaca numérica. Un billón… Hacía tiempo, quizá desde que se instauró el euro, que no se hablaba alegremente de billones: con las pesetas, devaluaditas y humildes frente al marco, el franco o la libra esterlina, era habitual. Ganancias, inversiones o partidas de ayuda solían cuantificarse en billones. Ahora, tras la alegría contenida del final de ETA, el dinero vuelve a primera línea de fuego de portadas e informativos. Un billón de euros, o lo que es lo mismo 166,38 billones, con b de banca, de pesetas, o lo que es lo mismo 166.386.000.000.000 pesetas. En números romanos me siento incapaz por falta de tiempo y de ceros para nutrir las arcas del fondo de rescate ¿a Grecia? ¿a los griegos?, cabeza de turco de los desmanes. No, ese billón de euros es para la banca, para los especuladores que les han ahogado tanto que ahora no hay dónde agarrarse.
En el Cuerno de África, donde la hambruna y la sequía siguen diezmando a la población aunque parezca que ha llovido el maná en la zona si nos hemos de guiar por un seguimiento mediático casi inexistente, Estados Unidos acaba de destinar cien millones de dólares (71,8 millones de euros) adicional en ayuda humanitaria. Hagan cuentas. El anuncio se ha hecho a bombo y platillo por Hillary Clinton, y dice mucho de las prioridades de este Primer Mundo, que ha abandonado moralmente este puesto hace tiempo.