El pato de la fiesta
En el Museo se encuentran cosas extrañas y curiosas.He aquí en versión libre, lo que cuenta un antiquísimo códice indígena,uno de los pocos descubiertos en el país.
Ixtan,curador de hombres, aspirante a medico brujo del centro artístico y científico de Bonampak, ladeo ligeramente la cabeza e hizo bizco. Repentinamente había comenzado a tener la impresión de que a veces miraba dos Polemecs.
Se paso la mano por la frente.A causa de los nervios desde la madrugada venia probando dosis medicinales cada vez mayores y mas frecuentes, del néctar de los dioses,del alma fermentada del maíz y el hasta entonces inoportuno de Polemec había se transformado en un aceptable compañero de charla.
-Te veo sereno, sano y feliz hoy, poderoso encantador de serpientes -había exclamado Polemec cuando el tuvo la mala ocurrencia de asomarse por su gabinete de consulta.
En otra oportunidad hubiera murmurado contra aquella peste que los dioses descuidadamente le habían endilgado y hasta habría recriminado a Polemec la costumbre de esperarlo tan temprano. Hay costumbres que enfadan si no las practica uno también. En cambio, bajo el poder eufórico de los dioses, le pregunto que hacia allí.
-¿A caso no te fuiste ayer? – quiso saber aunque hubiera querido rechinar los dientes. No podía perdonarle al hombre de la cara ganchuda el haberle propuesto explotar en sociedad un negocio de afrodisíacos. Todavía se sentía violento y escandalizado recordándolo. Pero los dioses sujetaban su ira por alguna extraña razón.
-Un maldito diablillo me ha estado golpeando la cabeza, oh pujante cazador de lechuzas. ¡Tienes que acabar con el! A eso he venido…A que lo pulverices con tu arte – explico Polemec.
Hoy no sera posible, Polemec. Debo prepararme para presentar examen. De hecho, hoy es el día del examen
-dijo con suavidad.
-¿Ni aunque me vaya a explotar la cabeza, oh sagrado ¿triturador de murciélagos? -insistió el otro.
-Ni aunque lo hubieras perdido, oh hijo de un gallo madrugador. No puedo perder tiempo con problemas ajenos.
-¡Por los sagaces dioses! ¡Como me tratas! y yo que no vine anoche por no despertarte.
-Te agradezco que no me hubieses perturbado mientras repasaba mis conocimientos. Pero así están las cosas.
Sabes bien que ayer llego su gran comitiva el gran sacerdote de Bonampak a hacernos examen sagrado. Quien lo gane se va para la corte. ¡Oh Bonampak! -clamo con arrobamiento Ixtan, poniendo los ojos en blanco, -verdaderamente tengo que hacer todo lo posible por ganar este examen. ¡Tengo que causar buena impresión! A decir verdad no solo buena impresión, si no una impresión indeleble, detonante, explosiva, conmocionante…y no se como lograrlo. De todos los problemas que no debía tener tengo el mas difícil. ¿Te parece bien Polemec?
-Si me curas, se lo diré -propuso este algo desconcertado. Creía que el medico quería embromarlo.
-Te he curado una o dos docenas de veces.
-Me has aliviado penas, oh guardian de los secretos del maiz. Me has aliviado. Los males vuelven -dijo siguiendo la broma que creia que le hacian.
-Los males vuelven si se buscan, Polemec. Tu no cumples con el tratamiento. Es tu defecto. Todo lo dejas a medio hacer -dictamino Ixtan doctoralmente.
-¿De veras no vas a hacer nada para sacarme este diablillo que me enloquece con su tambor?
-¿Porque no buscas otro colega?
-Tengo toda mi fe puesta en ti, oh sabio mezclador de yerbas. Ademas, ¿cual de tus colegas no ha pensado en ganar el examen y en estos momentos se encuentra frente al gran sacerdote?
-Tienes razón , Polemec. Allí debería estar yo también y no hablando contigo. Y no es que no quiera ayudarte, entiéndeme, pero entonces perdería mi oportunidad.
Trata de ponerte en mi lugar -imploro-.¿Porque no me esperas aquí? A mi regreso te curare.
-¿Tanto te interesa causarle buena imresion a ese fosil?
-¡No hables así de un personaje ilustre, Polemec!
-protesto Ixtan. -No mientras no haya ganado yo el examen y me halle en Bonampak.
-Eso no quita para que siga siendo un viejo choco que se duerme donde se sienta.
-No olvides que tiene asesores con ojos y orejas y mal carácter contra los murmuradores.
-Bah. sarta de inútiles chupadores de la riqueza.
-Como sea,Polemec, pero hoy no puedo recetar. Es definitivo. A estas alturas debería estar en el recinto del Palenque con mis plumas y mis mascaras impresionando al gran sacerdote. Pero al paso que voy me temo que voy a llegar justo a tiempo para saber cual rival se ha llevado el puesto – se quejo resoplando al querer y no poder ponerse en pie.
-Dejame que te ayude a levantarte , oh sabio y feliz protegido de los dioses. Puedes caerte y el suelo esta duro.
Apóyate en mi. -Ixtan, descontrolado el cuerpo, no tuvo mas remedio que hacerlo. -¿Y para que quieres hacer examen¿ ¿Como esta eso? ¿No tienes titulo ya?
-Si seras sencillo, Polemec. Si seras sencillo. -¿No sabes que se presento una vacante en Bonampak? ¿Te imaginas lo que es ser brujo en Bonampak?
-Vaya con este curador de hombres que deja morir a los pacientes por la ambicion. ¿De modo que estas tan loco que quieres irte para Bonampak?
-¿Que tiene de malo?
-No se si eres tonto o me estas tomando el pelo. Bonampak es una cueva de ladrones – aseguro el otro muy serio.
-Entonces hay oportunidades de sobra para que cualquiera con ingenio progrese.
-No te burles. Ademas, la gente no cabe. viven unos encima de otros.
-Eso quiere decir que sobran pacientes.
-Caramba con Ixtan! -¿Me quieres decir que nunca has oído lo mal que se expresan los viajeros del lugar?
-Melindrosos, Polemec. Todo el que hable mal de Bonampak, de su arte, de su ciencia, de sus innovaciones, es un melindroso y un hipócrita, ademas van porque los atrae la riqueza y cuando no la consiguen regresan hablando mal. Valiente opiniones. Óyeme Polemec, allí es el único lugar donde hay espíritus, clase, arte, estimulo y uno puede volverse rico, ¡inmensamente rico! Por si no lo sabes -dijo bajando la voz-,el único medio de surgir es acercándose al poder. Hay otro-dijo reflexionando-, Enriquecerse intrínsecamente. Pero eso lleva mucho tiempo. Y ahora que ya lo sabes, si eres un melindroso, puedes irte.
Ya encontraras la forma de evitar que el camino se mueva.
Este es un fragmento de del capitulo uno del libro Con B de Vaca del escritor costarricense Fernando Calderon calderone