Primera visita a esta joya arquitectónica de Rafael Moneo, tan poco impactante en el exterior pero con una sala principal de acústica impresionante -Higini Arau- para disfrutar en directo de una formación que ha fichado al asturiano Pablo González como titular y en esta su segunda temporada está logrando con la orquesta entusiasmar a un público fiel incluso por la radio.
Si la anterior entrada se refería nada menos que a Temirkánov, comentando cómo mimaba incluso la disposición orquestal y dirigía sin batuta, la Sinfonía nº 1 en Do M., Op. 21, "La Primera de Beethoven" del sábado barcelonés fue parecida en casi todo, hasta la colocación idéntica, a la del ruso en Oviedo incluso empleando timbales "timpani" clásicos (sin pedal) para una sinfonía muy deudora del mejor Haydn, su maestro, pero ya marcada con el sello del genio de Bonn. El director ovetense mimó sonoridades y tiempos, dibujando claramente los temas desde el Adagio molto. Allegro con brio iniciales, de contraste agógico claro así como los planos sonoros que la disposición elegida proporcionaba, vienesa a más no poder, logrando momentos de complicidad con sus músicos que, sin ser excepcionales en conjunto al menos fueron disciplinados para lograr un resultado aseado que dirían los críticos. El Andante cantabile con moto acertado con el tiempo para poder escucharse y escucharles, más especialmente brillantes los dos últimos movimientos, el Menuetto: Allegro molto e vivace en auténtico avance temperamental sin excesos, "masticado" pero brillante, y sobre todo el Finale: Adagio. Allegro molto e vivace, auténticamente preparatorio para afrontar la llamada por muchos "Décima de Beethoven" que es la Sinfonía nº 1 en do menor, Op. 68 de Brahms, romanticismo puro y contraposición modal de mayor a menor aunque inversa en tensiones y genio.