Me encontraba, pues, inmerso en la lectura de el artículo "Cena de Paz en Harpsund" publicado en El País el 22/12/1982 por el premio Nobel Gabriel García Márquez, cuando todas mis alarmas neuronales saltaron a la misma vez ante los siguientes párrafos:
"...Olof Palme me hizo llegar el mensaje de que deseaba salir a tomarse una cerveza con los latinoamericanos. Fuimos a La Coupole, como era de rigor a la medianoche, y durante más de dos horas estuvo Olof Palme interrogándonos sobre la situación de nuestros países, con una versación y un interés que nos dejó sorprendidos. Ninguno de nosotros advirtió a un matrimonio de adultos tranquilos que seguía la conversación con un gran interés desde una mesa vecina.
Al final, cuando Olof Palme se empeñó en pagar la cuenta, la mujer de la otra mesa le preguntó en sueco si había pagado con dinero suyo o con dinero del Estado sueco.
Palme se sentó entonces a la mesa de sus compatriotas desconocidos y les dio toda clase de explicaciones. En realidad había pagado con dinero suyo, pero consideraba de todos modos que habría sido legítimo pagar con dinero del Estado, porque le parecía que aquella reunión informativa sobre América Latina era un acto oficial importante del primer ministro sueco...". SIn palabras me quedé. Un torbellino de noticias fueron apareciendo en mi mente. Los gastos de Rita Barberá; los sobresueldos de Federico Trillo y Vicente Martínez Pujalte fruto de su pluriempleo; los suntuosos gastos de las tarjetas negras de Caja Madrid; la no declaración de bienes de los Pujol y Rato; los sobres de Bárcenas a la cúpula del PP, el caso de los EREs en Andalucía... y así hasta que uno diga basta. Leer en un articulo de hace 33 años que una ciudadana ha interrogado a todo un primer ministro si la "reunión" iba a ser pagada con el dinero público o con el privado, manifiesta hasta dónde tenemos que llegar. Pedir cuentas a los gobernantes no es un ataque. Pedir transparencia a los políticos no es un acto de simple cotilleo...La acción de justificar cada euro público gastado es el motor de arranque para una sociedad justa y progresiva. El camino hacia la transparencia no es muy complicado. Todos debemos hacer nuestro propio examen de conciencia y , en especial, aquellas personas que optan por dedicarse a la cosa pública. No es difícil, pero se hace necesario ir quitando algunas prebendas que están ancladas como algo ya justificado. Esos "pequeños" gastos que diferencian a un político de un ciudadano deben desaparecer. Si se alcanza el nivel más cercano al de la ciudadana sueca se habrá dado un paso de gigante para un reconciliación entre sociedad y política.