Con el segundo hijo casi todo es diferente, yuna cosa que se nota y mucho es que se tiene menos tiempo para él. También tiene sus ventajas ser el segundo, vamos a dejar constancia, y es que tiene unos padres pseudo-expertos, mucho más seguros y resueltos. Pero es innegable que se tiene menos tiempo para él en exclusiva y para deleitarse con sus avances y progresos. Y por extrapolación , para sus cosas. Un ejemplo: por una cosa o por otra, no conozco a los niños de la clase de Chiquinina ni a sus padres. La verdad es que con Chiquinini fue muy fácil porque justamente nació ella y tuve los meses de permiso por maternidad para prodigarme por el colegio y conocer a gente.
Total, que después de tres meses de curso, por fin el día de la función de Navidad pude conocer a un grupo de mamás ( sí, mamás, papás no…) de la clase de Chiquinina.
Estaba encantada, porque me sentía un poquito culpable por estar tan desvinculada de la clase de Chiquinina, así que me alegré de haber cogido el día de vacaciones y poder estar allí sin prisas y conociendo a los demás. De verdad tenía ganas e interés por conocer a los otros padres, intercambiar teléfonos y esas cosas.
Pero de repente tuve una sensación rara. Allí estaba yo tomando un café con cuatro mujeres a las que no había visto en mi vida y con las que no sé si tengo o no algo en común. Y me visualicé reuniéndome con ellas muchas veces más, en cumpleaños, actividades extraescolares y circunstancias parecidas. Y me entró algo así como una pereza enorme. Porque al fin y al cabo a las madres del curso de Chiquinini ya les he cogido cariño en este par de años, y ahora toca volver a empezar desde cero con gente nueva. Y me pregunto también cómo haré cuando la peque empiece a tener también "vida social", para llevarles a los dos a todos los saraos tipo burguer, cine, cumpleaños, tinglaos navideños, natación, inglés, etc. ¡Todo por partida doble!