Tras la vuelta, deshacerla me da una pereza espantosa. Confieso que puedo dejarla aparcada 24 horas, con todo su contenido. Luego, cuando está vacía, la pobre da un poco de pena. La incertidumbre de no saber cuando haré el próximo viaje me provoca cierto malestar. Nada que no pueda solucionarse con un nuevo destino en el horizonte. Aunque haya que pasar por el trago de hacer la maleta de nuevo.
Odio hacer la maleta