Hace un año, se ponía a debate la polémica reapertura de la central nuclear de Santa María de Garoña, en Burgos. ¿Era o no conveniente prolongar la vida de esta central y de otras que irían poco a poco cumpliendo los 40 años de utilidad para los que fueron diseñadas? De conseguir el visto bueno del Consejo de Seguridad Nuclear que evaluaba una prórroga, Garoña se podría convertir en la primera instalación de este tipo en operar durante tantos años en nuestro país. ¿Qué sentido tenía que otra, como su hermana gemela de la accidentada Fukushima, que llevaba tres años cerrada por motivos económicos, fuera reactivada de nuevo por medio de un fuerte desembolso? La industria (Iberdrola, Endesa y Gas Natural Fenosa, eran las únicas propietarias) manifestaba al Gobierno del PP su interés por alargar la vida hasta los 60 años. ¿Era esta una opción positiva que incluía indudables ventajas? “Veinte años más de producción nuclear significaban 5 años de consumo eléctrico en España y un ahorro de 700 millones de toneladas de gases de efecto invernadero”, declaraba el presidente del Foro Nuclear, Antonio Cornadó. Pero Francisco Castejón, físico nuclear y miembro de Ecologistas en Acción, creía que, aunque la central se sometiese a reparaciones, “no serán suficientes para garantizar unos niveles de seguridad aceptables. Y, si se da un precedente con Garoña, se hará lo mismo con el resto”. De los 10 reactores que se construyeron, 7 seguían en activo. La central de José Cabrera, la primera en operar, había cesado su actividad en 2006, sin haber llegado a cumplir los 40 años y la de Vandellós I (en Tarragona) se vio obligada a cerrar después de 17 años en funcionamiento a consecuencia de un incendio que supuso, hasta la fecha, el accidente nuclear más grave en nuestro país. En el 2011, Garoña cumplió las cuatro décadas pero, desde 2012, llevaba parada por motivos económicos. Y Almaraz, cuya licencia de explotación expirará en 2021, se ha visto envuelta en los últimos meses en varios escándalos de seguridad. El resto de instalaciones irán agotando su vida útil entre 2023 y 2034. “No se sabe cuál es el coste de las mejoras que puedan necesitar, pero sus propietarias son grandes eléctricas con otros negocios que pueden respaldar las inversiones. Además las centrales están más que amortizadas; siguen teniendo muchos beneficios”, señala Julio Campo, experto de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético.
“En realidad –escribía hace un año Lucia Villa en Público.com– no existe ninguna normativa que estipule por ley cuánto tiempo puede estar funcionando una central nuclear. Siempre que se cumpla con los requisitos de seguridad, avalados por el CSN, los operadores pueden solicitar una prórroga tras otra. Aún así, la decisión es más política de lo que parece. Los informes que realiza el Consejo de Seguridad Nuclear sólo son vinculantes cuando son negativos, es decir, cuando una instalación no cumple con los requisitos necesarios para seguir operando. Pero si una central cuenta con el aval del CSN, la última palabra la tiene el Ministerio de Industria, que es quien debe aprobar o desestimar una renovación de la licencia de explotación. Y, en ese contexto, el color político del Gobierno de turno juega un papel determinante”. “Las organizaciones ecologistas y algunos partidos como Equo denuncian ‘las presiones’ para que el organismo regulador se pronuncie a favor de los intereses del PP y las eléctricas. ‘Si se da un precedente con Garoña se hará lo mismo con el resto’, señala Francisco Castejón, físico nuclear y miembro de Ecologistas en Acción, quien cree que, aunque la central se someta a reparaciones, “no serán suficientes para garantizar unos niveles de seguridad aceptables. Si el CSN da el visto bueno a Garoña y, posteriormente, un eventual Gobierno no aprueba la reapertura de la central, sus propietarias (Endesa e Iberdrola) podrían reclamar una indemnización por el lucro cesante. El CSN ha tenido unas actuaciones cuanto menos dudosas. Y, a nuestro parecer, no está aplicando el rigor suficiente”. El organismo, cuyos consejeros son nombrados por los partidos (ahora mismo tiene tres designados por el PP y dos por el PSOE) no ha estado exento de polémica, sobre todo desde que el último consejero, Javier Díes Llovera, vinculado directamente al PP, en Barcelona, fuera nombrado por el partido conservador el pasado verano de manera unilateral y sin apoyo del Congreso.
La APM, dirigida por Victoria Prego, cargó de nuevo contra Podemos en el enésimo intento de verter sobre la opinión pública la sensación de que la formación morada es una máquina censora sin fin, empeñada en destruir el oficio periodístico. El comunicado de la APM es tan feroz como fuera en su día su primer ataque. La manera de proceder de la Asociación de Prensa de Madrid, fue la de tirar la piedra y esconder la mano. Prego ofreció su versión en Los Desayunos de TVE, donde es tertuliana habitual: “La APM no va a entrar en polémicas, ha hecho un comunicado y ahí hemos dicho lo que teníamos que decir. Nos llegó un nutrido grupo de periodistas explicándonos que se sentían intimidados de manera organizada, nos enseñaron las pruebas que demostraban que lo que decían era cierto. Las pruebas y los nombres son propiedad de aquellos que nos vinieron a pedir amparo y, por tanto, no vamos a dar ni los nombres ni las pruebas. Pertenecen y es propiedad de los protagonistas. Yo he visto en la prensa unos cuantos relatos que incluyen unas cuantas pruebas. Y nosotros, como buenos periodistas, no revelamos nuestras fuentes”. Uno de los medios que publicó el contenido de las quejas profesionales fue precisamente El Independiente, donde Prego es adjunta al director. El País, que dedicó al tema el martes una parte de la portada , el editorial y dos páginas a la polémica, fue otro de los diarios que publicó algunas de las amenazas relatadas por la denuncia a la APM. La información no identificaba al autor de ninguna de las frases, y de la última decía que “no hay registro al haber sido supuestamente pronunciada cara a cara”. Entretanto, los periodistas que habían solicitado el amparo insistían en preservar sus identidades para no empeorar su relación con el partido del que tienen que informar. Subrayaban que se trataba de amenazas más o menos directas y personales y alegaban que había, en Podemos, una estrategia calculada para desacreditar cualquier información crítica con el partido. Otro de los denunciantes aseguraba que el trabajo diario sobre el partido se había vuelto insoportable. Personas que habían leído algunos de esos mensajes sostenían que varios de ellos traspasan todas las líneas rojas que debían regir en la relación de políticos y periodistas.
Miguel Blasco publica en EsDiario.com: “El comunicado de condena a la actitud de los de Pablo Iglesias ha provocado mar de fondo en la APM, donde no todos los miembros de la Junta Directiva respaldan la actuación de su presidenta. La campaña sistematizada de acoso personal y en redes de Podemos y sus satélites contra algunos periodistas ha traído a su presidenta, Victoria Prego, problemas internos”. De hecho, según la versión de uno de los vocales y director de InfoLibre, Jesús Maraña, la presidenta de la APM no consultó con el resto de la cúpula tal comunicado, algo que cree que debería haber hecho antes de lanzar tan graves acusaciones. Jesús Maraña dice el pasado miércoles, en un artículo en Infolibre en el que ofrece su versión sobre la tramitación de este comunicado: “La noche del pasado domingo, 5 de marzo, los 23 miembros de la Junta Directiva de la APM (incluido yo mismo) recibimos por correo electrónico el texto titulado Comunicado de APM ante el acoso de Podemos a periodistas, con el mensaje de que se haría público a las nueve de la mañana siguiente. Quienes lo leímos de madrugada pudimos haber cuestionado la redacción del texto, su contenido o incluso su publicación al día siguiente. Si no lo hicimos y posteriormente discrepamos es un error nuestro, cuyas derivaciones deben contemplarse en la propia Junta de la APM, por una cuestión de simple coherencia y lealtad personal”. Sea como fuere, varios de los miembros más destacados de esa Junta Directiva guardaron un llamativo silencio sobre el asunto en sus cuentas en redes sociales, evitando así cualquier respaldo a su presidenta. Entre los que callaron al respecto se encontraba Pepa Bueno (SER), Helena Resano (La Sexta), Sonsoles Ónega (Telecinco) y Andrés Aberasturi (RNE). Lucía Méndez, de El Mundo, optó por recomendar a los compañeros que sufren presiones de otros partidos y/o poderes que denunciasen también.
“Pero, ¿qué militantes de Podemos han acosado a unos periodistas? –se pregunta Carlos Elordi en Público– ¿Quiénes son esos profesionales? ¿Qué les han hecho o les han dicho? ¿Cuándo? ¿Cuántas veces? ¿Cómo, cara a cara o por teléfono? Una información que no respondiera a esas preguntas jamás se habría publicado en un medio de comunicación normal. Porque esas son reglas elementales, de sentido común, que cualquiera que entre en una redacción sabe que tiene que respetar. Violándolas abiertamente en su nota de este lunes, la Asociación de la Prensa de Madrid se ha cubierto de gloria. Porque, sin cumplir con los citados requisitos, lo que en ella se dice podría perfectamente ser una exageración intolerable de la realidad o algo que estuviera muy cerca de la mentira. No parece que lo vayamos a saber. Porque la Asociación no ha querido añadir una línea a su acusación pública ni tiene pinta de que lo vaya a hacer. Y si eso no ocurre la cosa quedará en infundio. Pero no pasará nada. Porque quienes podían aprovecharse de esa nefasta iniciativa ya lo hecho con toda suerte de medios, haciendo imposible el esclarecimiento de la verdad en esta cuestión. Editoriales de periódicos que antes eran de referencia, como El País, y decenas de declaraciones de exponentes del PP no han parado de repetir en las últimas horas que ‘Podemos es un partido que acosa a los periodistas’’. Y lo repetirán cuantas veces les convenga. Desde hace unos cuantos años así se construye el discurso público en España. ¿Post-verdad? No, trampa, sin más (….) Pero más allá de esas reflexiones morales, ¿es creíble la acusación de que Podemos, o cuando menos representantes cualificados de esa organización, acosan a los periodistas? No, no tiene mucho sentido. Porque cualquier acoso que merezca ese nombre tiene que estar respaldado por una capacidad para hacer que el acosado sufra consecuencias si no hace lo que el acosador quiere. La de ser despedido o la postergación en la redacción, por ejemplo. Y esas cosas ocurren, cierto es que cada vez menos porque el miedo manda en esta profesión machacada. Pero la única posibilidad de intimidación que está en manos de Podemos es la que tiene cualquier partido o gabinete de comunicación: la de advertir con cerrar las puertas de su información al periodista cuyo trabajo se considere lesivo para los intereses de la organización. Eso no es acoso. Es una regla del juego. Quien se pasa sabe que le pueden cortar el grifo. Ningún periodista que haya ejercido de verdad el oficio puede asegurar que eso no le ha ocurrido nunca. La mayoría dirá además que ese trato fue injusto.
Periodista especializada en información internacional, Oriente Medio y Derechos Humanos, Olga Rodríguez publica el artículo “Vamos, seamos honestos sobre el periodismo”, en el que recuerda: “Desde que empecé en este oficio, en los años 90, he visto cómo se aparta de su puesto a periodistas a petición de un político, cómo se castiga a reporteros por haber denunciado el asesinato de compañeros de profesión (como José Couso), cómo se condena a ‘hacer pasillos’ a los periodistas que no demuestran fidelidad inquebrantable hacia ministros o presidentes. He recibido órdenes para dejar de cubrir asuntos que repentinamente resultaban ‘molestos’. Me ha quedado claro que ciertas empresas –anunciantes– son intocables. He recibido amenazas de jefes de prensa. He visto cómo integrantes de diversos gobiernos telefonean diariamente a los directivos de los medios para influir, dictar, regañar, amedrentar o manipular. Y cómo muchos de estos ceden, aceptan, asienten. ¿Quién no ha visto a algún jefe acordar estrategias comunicativas con políticos? (...) Denunciar a Podemos suma puntos ante los jefes. Pero criticar las presiones de grandes empresas o del bipartidismo acarrea más problemas. Por eso buena parte del sector sigue callando las dinámicas de represión estructural, construidas a lo largo de décadas. Llevamos años soportando ruedas de prensa en las que se nos prohíbe preguntar o en las que se permite como máximo dos preguntas. El plasma de Rajoy tampoco fue motivo suficiente para que los periodistas se plantaran o la Asociación de la Prensa de Madrid emitiera un comunicado. Algunos han sido recriminados no solo por jefes de prensa, sino por otros compañeros de profesión, por el simple hecho de repreguntar a un presidente de Gobierno…La credibilidad de la Asociación de la Prensa de Madrid es endeble, porque calla presiones que vienen de arriba, porque no insiste en denunciar las dinámicas estructurales que coartan la libertad informativa en la televisión pública o en los medios privados. No ha emitido quejas contra el sesgo favorable al PP en Telemadrid pero sí ha arremetido contra periodistas despedidos de esa plantilla, instándoles a ‘respetar el trabajo de los que conservan su puesto’. El poder financiero forma parte del accionariado de diversos medios y, al igual que el poder político, controla un importante sector periodístico a través de la publicidad. Quizá por todo esto y por muchas otras razones el periodismo español goza de tan poca credibilidad. Quizá por eso casi el 70% de los jóvenes no confían en los medios españoles, según el último informe de Reuters y de la Universidad de Oxford”.
Javier Pérez de Albéniz denuncia en Cuartopoder: “La Asociación de la Prensa mira para otro lado cuando hablan Sostres o Jiménez Losantos, cuando ABC publica portadas indignas, cuando La Razón se convierte en un instrumento de propaganda gubernamental, cuando OK Diario hace del periodismo un estercolero, cuando El País llama ‘insensato sin escrúpulos’ a Pedro Sánchez en un editorial… O simplemente cuando Cuatro cesa a Cintora, cuando la SER pone en la calle a Escolar por relacionar a Cebrián con los papeles de Panamá, o la Federación de Periodistas Europeos denuncia la falta de imparcialidad de TVE. La misma APM que no abrió la boca durante el seguimiento que El Mundo realizó sobre los atentados del 11M, quizá el momento más sórdido, triste y vergonzoso del periodismo reciente. Esa institución centenaria, ‘cuyos objetivos básicos son la defensa de las libertades de información y expresión, la promoción del buen ejercicio profesional del periodismo y la preocupación por el bienestar de los socios’, pretende ahora exigir algo a Podemos. Demasiado tarde. Una vez perdida la credibilidad, la dignidad y la razón de ser, la APM debería conformarse con atender a la última parte de su declaración de intenciones: el bienestar de sus socios. Que el ganado de la corrida de la prensa sea bravo para que se puedan cortar muchas orejas. Que disfruten de su coro, y de la misa celebración de la festividad del santo patrón de los periodistas, San Francisco de Sales y, por supuesto, del catering de la entrega de los Premios de Periodismo APM. Pero que por favor no piensen que el resto de periodistas somos idiotas”.
“La APM –escribe Guillem Martínez en CTXT– ha denunciado presiones de un partido a periodistas. No ha facilitado nombres ni de presionados ni de presionadores, ni se ha extendido en la magnitud de la tragedia. Lo que aleja a la APM del antaño último peldaño del periodismo –ya, snif, no lo es–, la prensa del cuore, que es como es, pero que al menos siempre ha dado nombres por un tubo y tragedias. En ese vacío de descripciones del concepto presión, el presente artículo les detallará lo que es la presión periodística (…) No es presión que un político no te salude, que exteriorice sus sentimientos cuando se te cruza. No es presión que te haga saber que eres subnormal profundo, que no sabes hacer la ‘o’ con un canuto, que estás desinformado, que eres un vendido, que intoxicas, que eres un ruido. Es parte del trabajo. Y algo positivo. O, al menos, un fósil de cuando el político no sólo ejercía la crítica literaria, sino que te encarcelaba o te tocaba la cara. Con mayor facilidad y rapidez que ahora. No sé si es presión, o parte del oficio, la marginalidad. O no sé en qué grado. No sé, incluso, si el hecho de no contar, de no ser normalidad en el periodismo español –la normalidad del periodismo español, su medida, es la tertulia, un pseudodiálogo informativo entre trincheras–, puede responder a opciones personales y de código ético. Ahora, sí. Sobre la presión. Es presión que un vicepresidente de una empresa IBEX llame a un director para comunicarle que, en ese preciso momento, en la redacción hay un periodista tuiteando contra los bancos. Es presión que cualquier político, de la izquierda socialdemócrata a la derecha ultracentrista, llame a un director para ponderar una información y que la ponderación consista en pedir la cabeza del periodista. Es presión que el dire o el jefe de sección no se coman todo eso con patatas, sino que lo trasladen al periodista afectado. Es presión que, incluso, te corten la cabeza tras ese tipo de llamadas. Es presión que tu jefe de sección no se parta la cara por ti. Es presión que la gran fuente en los medios de comunicación locales sea el Estado y sus instituciones. Es presión que, cuando se juzga a, pongamos, un sindicalista, el periodista esté tan presionado que no lo sepa y escriba ‘el número 1 del sindicato’, tal y como le denomina la fuente policial que informa de este u otros delitos, igualándolos. Es presión que palabras cotidianas del periodismo patrio –violentos, antisistema, radicales, doble vía de investigación, oxigenar a ETA, Monarquía ejemplar, nos-volvió-a-impresionar-con-su-elegancia, abdicó-para-garantizar-las-reformas-que-España-necesita, Procés, órdago, desafío, brotes verdes, democracia, investigado-que-no-imputado, delincuente magrebí– provengan del Estado o/y sus instituciones, y se cuelen con tanta facilidad en una redacción, creando no sólo agendas, sino una normalidad y un sentido común extraños. Es presión que cuando intentas burlar ese radicalismo totalitario te llamen radical totalitario…
“Es presión pactar las preguntas –continúa Guillem Martínez–. Es presión respetar ese pacto. Es presión no conceder entrevistas. Es presión que el jefe de prensa te dé largas o no conteste. Es presión la ley mordaza y los preciosismos del Código Penal. Es presión tu sueldo. Es presión que el sueldo no tenga relación con la formación o el trabajo, sino que sea un castigo o una recompensa a un carácter, unas opciones o un comportamiento. Es presión no tener garantías, a corto o medio plazo, de vivienda o alimentación. Es presión ponerte enfermo. Es presión que se te rompan las gafas, el ordenador. O los pantalones. Es presión que periodistas y periodistos sólo puedan tener parejas con un alto e improbable sentido del humor, que se rían del final de mes a principios de mes. Es presión que tu hijo quiera un libro, grande y chulo, sobre la historia de Roma. Es presión que la APM señale otras presiones, nebulosas, importadas de otras culturas. Es presión que Venezuela sea algo tan próximo para ellos y, la sociedad local, algo tan alejado. Es presión que los medios ad-hoc, en vez de reírse de la APM, le hagan editoriales. Es presión que la presi de la APM haya intercalado su carrera periodística –vinculada a los puntos de vista del Estado, no a su control– con un anuncio de espárragos. Es presión que, con esa trayectoria, quiera ejercer presión, en vez de limitarse a promocionar los espárragos. Es presión, en fin, que un periodista anuncie espárragos, seguros, diálogos teatralizados para promocionar un banco. Indica las opciones no presionables”.
Fotomontajes de esta semana: Justicia española; ¿quién intimida a la prensa?; Aguirre es una víctima de la corrupción, igual que el Chapo Guzmán es una víctima del narcotráfico; especial HIJOS DE PUTA, en el Jueves. (Si te joden y se van de rositas, insultar es una cuestión de higiene mental)…
Hernando, que llamó “hienas” a los medios, pide ahora respeto para la prensa.
El humor en la prensa de esta semana: Forges, El Roto, Peridis, Vergara, J. R. Mora, Malagón, Kap, Pat, Clovis Lima…
Desde Mallorca, Pep Roig nos dibuja: El futuro de los jóvenes, Idolatría, Caradurismo del poder, No hagan olas, No paran, Productividad…
Los vídeos de esta semana: ¿Es segura la central nuclear de Garoña? EiTB
La catástrofe de Fukushima podría ocurrir en Garoña EiTB
Garoña y los peligros nucleares EiTB
PODEMOS responde a la Asociación de Prensa de Madrid: "No nos sentimos reconocidos" Crónica
Manipulación y medios de comunicación LibreRed
LATE MOTIV - Monólogo de Andreu Buenafuente. "200 programas" | #LateMotiv200 Late Motiv
Los Morancos vuelven a hacerse eco de la calle creando un nuevo himno social, que al ritmo del último éxito de Luis Fonsi, "Despacito", parodian el momento en el que el juez le comunica a Iñaki Urdangarín la sentencia impuesta por su imputación en el caso Nóos. Los Morancos (Parodia) Luis Fonsi - Despacito ft. Daddy Yankee LOS MORANCOS OFICIAL