Con la cama hecha

Por Aceituno

El margen se estrecha. Cada vez siento que me queda menos tiempo para hacer todas las cosas que quiero hacer. Noto como la enfermedad avanza, sigilosa pero mostrando todo su poder, mezquina y mentirosa. Es el MAL mismo. El MAL disfrazado de tumor. Pocas cosas se me ocurren que sean tan increíblemente malas, tan destructivas y tan dañinas. Espero con ansias una ayuda que no llega, una solución que jamás existió, un milagro de la ciencia que sin duda llegará cuando ya me haya ido porque, para mí, me parece que ya es demasiado tarde.

No está en mi naturaleza ser tan pesimista pero sinceramente creo que no lo estoy siendo. Lo único que hago es coger al toro por los cuernos y enfrentar cara a cara una realidad desacompasada y gris, una realidad que me dice las verdades a la cara y entre esas verdades está la certeza de una muerte anunciada que llegará antes de tiempo. Creo que poner las cartas sobre la mesa, bien visibles para todos los jugadores, es la única forma de que el final sea lo menos doloroso posible. Quiero que mi gente esté preparada para lo peor porque el cáncer nos da margen para ello, así que hay que aprovecharlo y enfrentar la cruda realidad con entereza y con el espíritu lo más arriba posible.

También puede ser que falten años, lo cual entraría en el territorio de lo milagroso, pero si así fuera tampoco estaría de más hacer un análisis como éste cada cierto tiempo y valorar todas las posibilidades para que nunca nos pille por sorpresa. No nos gustan las sorpresas, preferimos estar atentos y con la casa recogida por si viene visita. No será bienvenida, eso por supuesto, pero no podrán decir que fuimos indignos o que nos faltaban platos por lavar. Como gente de bien y personas educadas que somos, la recibiremos con frialdad pero con la cabeza bien alta, con orgullo y con el mínimo de cortesía que exige el decoro.

Ojalá tarde mucho en venir pero, si se adelanta, que nos pille preparados y con la cama hecha.