Con la investigación de la naturaleza se adquiere el conocimiento que se aplicará

Por Bayo
«De vez en cuando, miembros del Congreso y otros líderes políticos no se han podido resistir a bromear sobre alguna proposición científica aparentemente oscura para la que se pide financiación al gobierno. Hasta un senador tan brillante como William Proxmire, licenciado en Harvard, tenía tendencia a conceder el premio del "vellocino de oro" a proyectos científicos ostensiblemente inútiles, incluyendo el SETI. Me imagino el mismo espíritu en gobiernos previos: un tal señor Fleming desea estudiar los gusanos en el queso oloroso; una mujer polaca desea tamizar toneladas de mineral del centro de África para encontrar cantidades mínimas de una sustancia que, según dice, resplandecerá en la oscuridad; un tal señor Kepler quiere escuchar las canciones que cantan los planetas.
Esos descubrimientos y muchos más, que caracterizan y honran a nuestra época y a algunos de los cuales debemos la vida, fueron hechos por científicos que tuvieron la oportunidad de explorar lo que en su opinión, bajo el escrutinio de sus colegas, eran cuestiones básicas de la naturaleza. Las aplicaciones industriales, en las que el Japón de las últimas dos décadas ha destacado, son excelentes. Pero ¿aplicaciones de qué? La investigación fundamental, la investigación del corazón de la naturaleza, es el medio a través del que adquirimos el nuevo conocimiento que se aplica.
Los científicos tienen la obligación, especialmente cuando piden dinero, de explicar lo que pretenden con la mayor claridad y honestidad. El Supercolisionador Superconductor (SSC) habría sido el instrumento preeminente en el planeta para explorar la estructura fina de la materia y la naturaleza del universo. Su precio era de diez mil a quince mil millones de dólares. Fue cancelado por el Congreso en 1993 después de haber gastado unos dos mil millones... el peor resultado posible. Pero yo creo que la base principal de este debate no era el declive del interés en el apoyo a la ciencia. Pocos miembros del Congreso entendieron para qué servían los aceleradores modernos de alta energía. No sirven como armas. No tienen aplicaciones prácticas. Son para algo que, preocupantemente desde el punto de vista de muchos, se llama «la teoría de todas las cosas». Las explicaciones que implican entidades llamadas quarks, encanto, olor, color, etc., dan la impresión de que los físicos son muy simpáticos y tiernos. Todo en general tiene un aura, al menos desde el punto de vista de algunos miembros del Congreso con los que he hablado, de "bichos raros enloquecidos"... lo que me parece una manera muy poco caritativa de describir la ciencia basada en la curiosidad. Ninguno de los que pagaban tenía la más remota idea de qué es un bosón de Higgs. He leído parte del material que pretendía justificar el SSC. Al final de todo, había una parte que no era tan mala, pero no había nada que explicara de qué iba el proyecto a un nivel accesible para personas brillantes pero escépticas que no fueran físicos. Si los físicos piden diez mil o quince mil millones de dólares para construir una máquina que no tiene valor práctico, al menos deberían hacer un esfuerzo extremadamente serio, con gráficas asombrosas, metáforas y un buen uso del idioma, para justificar su propuesta. Creo que la clave del fracaso del SSC es algo más que la mala gestión financiera, la limitación de presupuesto y la incompetencia política».

Publiqué particularmente hoy este extracto porque hoy comienzó a funcionar el acelerador de partículas más grande del mundo: el Gran Colisionador de Hadrones (LHC). Me enteré de esto gracias a mis pasadas diarias por Homínidos y Proyecto Sandía.
En el extracto, Carl Sagan se refiere al acelerador de partículas Supercolisionador Superconductor (SSC), cancelado en 1993. Ese proyecto se había construido en Texas, Estados Unidos, a diferencia de su homólogo, el LHC, construido en Europa.


El mundo y sus demonios (1997)
[Extracto del libro escrito por Carl Sagan]
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