Quedarán así para la eternidad. Inmóviles, suspendidos. Es el instante en el que se fragua jugar una final más. Son estatuas fijadas por el tiempo, inmortales, pétreas, para la posteridad, e inamovibles para siempre.
El contacto de la cabeza con el balón que terminaría en un gol que nos devolvería al momento todas las esperanzas, y hundió de golpe a la canallesca cainita más aún si cabe.
Jamás habrán gritado un gol así. No lo habrán reído ni llorado estando en los infiernos catapultándote de golpe a la gloria bendita.
Nada lo puede describir, experiencia unísona de cientos de miles de sevillistas al mismo instante, en el mismo segundo. Risas, lloros, sentimientos, (sí, también tenemos sentimientos, aunque no tenemos el monopolio) angustia, felicidad, amor por unos colores, abrazos, besos, saltos,…
Estaremos en Turín con las ilusiones intactas.
Estaremos en Turín porque somos el mejor club de andaluz de todos los tiempos.
Estaremos en Turín porque les robamos la suerte en un penalti en el último segundo y nos la quedamos.
Estaremos en Turín porque somos ganadores.
Estaremos en Turín para cantar a los cuatro vientos el Evangelio según Labandón.
Estaremos en Turín para gritar con el corazón y con orgullo el nombre de la ciudad del que otros se avergüenzan.
Estaremos en Turín con la fe de la blanquirroja religión verdadera.
Estaremos en Turín porque nuestro orgullo nos lo exige.
Estaremos en Turín porque dicen que nunca se rinde.
Estaremos en Turín porque somos Guardianes de Nervión.
Estaremos en Turín para traerte otra vez a casa.
Estaremos en Turín porque somos el Sevilla Fútbol Club.