Este señor tan ovacionado por su deleznable hinchada, tan alabado por sus adorados obsecuentes, ha vuelto a causar indignación y asco. Justo cuando se disponía a tirar un corner, de esos sin veneno que sabe tirar, no le bastó con sacar a los fotógrafos, con correr un cartel de la publicidad, ya le iba a bastar y todo a este desgraciado, ¡claro que no le bastó!.
Las falanges de un pequeño e inocente niño que estaba apoyado en el alambre fueron objeto de la ira y el odio de este señor que apretó con fuerza y desenfreno los endebles deditos de la pobre criatura a quien retiraron entre sollozos.
Y yo pregunto, señores, hasta cuándo tendremos que soportar la impunidad de este vil y abyecto ser, a esta escoria, a esta inmundicia. ¡Hasta cuándo, eh!, ¡hasta cuándo!.
¡Por el amor de Dios!.