No hay dudas de que la clase obrera está abriendo un camino cierto para imponer sus reclamos. Después de una huelga de casi un mes, los petroleros santacruceños impusieron el mandato de los delegados de base y tendrán a sus paritarios electos en asamblea.
Los mineros de esa provincia, pero también los de Pirquitas en Jujuy, rompieron el cepo salarial con un macizo paro general y arrancaron un aumento del 35%.
En la misma Santa Cruz, los docentes siguen el rumbo de los petroleros.
Con una huelga activa que lleva más de un mes, para ponerle fin a dos años de congelamiento salarial.
Los judiciales bonaerenses también están en lucha, en reclamo de un 35% de aumento.
La paritaria metalúrgica se está cocinando en una verdadera olla a presión. Pasa lo mismo en la alimentación.
Todas estas luchas reclaman que sus salarios no sean devorados por la inflación.
Son luchas que se apoyan en asambleas y congresos de base, dando expresión a las tendencias más profundas que anidan en las bases de sus gremios.
¿Qué dice el gobierno frente a esta acción?
La Presidenta usó el micrófono para ponerle un límite no a los atropellos patronales, sino a la acción de los obreros.
Se quejó de la "conflictividad social", cuando antes decía que "el conflicto es sano y natural en toda sociedad".
Ese "reto" presidencial ¿no es acaso lo que venía reclamando la Asociación Empresaria, que integran y dirigen los Techint o los Magnetto de Clarín?
Los diarios dijeron que se trató de "un ataque a Moyano". ¡Pero los Moyano no encabezan estas luchas! Las ignoran o boicotean.
No le soltemos el hueso a la lucha por los 5.000 pesos de salario básico, por paritarios electos en asamblea, por el fin de las tercerizaciones, contra las patotas y por una nueva dirección sindical.
Los que trabajamos necesitamos una alternativa política propia. Reforcemos, en todos lados, la organización y la lucha del Partido Obrero y del Frente de Izquierda.