Con M de Muerte

Publicado el 09 abril 2016 por Diezmartinez
Siempre es bueno revisar el cine de los clásicos en pantalla grande, aun cuando se trate de una cinta menor, como es el caso de Con M de muerte(Dial M for Murder, EU, 54), largometraje número 38 en la filmografía del Mago del Suspenso Alfred Hitchcock, programada este fin de semana -¡y en 3D!- en la Cineteca Nacional de la Ciudad de México.Con esta película, el cineasta británico quería terminar su contrato de cuatro cintas que había firmado años antes con la Warner. Esto había significado la producción de Desesperación (1949), Pacto siniestro (1950) y Mi secreto me condena (1952). Como sólo Pacto siniestro había sido un completo éxito tanto de crítica como de taquilla, Hitchcock se sintió obligado en su última cinta para la Warner a filmar algo sencillo, rápido y sin demasiadas complicaciones. No resultó así.¿Rápido?: el rodaje duro menos de dos meses, lo cual no estaba nada mal. Pero no fue sencillo y si existieron complicaciones: Jack Warner insistió que el filme fuera realizado en tercera dimensión y Hitchcock tuvo que manejar una tecnología enorme y estorbosa para provocar la sensación de profundidad en la legendaria secuencia del asesinato fallido. Es una muestra más del talento del británico que, a pesar de todas las dificultades técnicas que sufrió durante el rodaje, la cinta sea, como siempre, impecable, tanto en sus aspectos formales como en los simbólicos: ojo a la evolución del vestuario de Grace Kelly en la medida que avanza el filme; atención a la perversa coreografía del estrangulamiento de Margot, que parece una suerte de violento y apasionado coito.La trama de Con M de muerte provenía de una exitosa obra de Broadway. En líneas generales, el filme trata sobre un jugador de tenis, Tony Wendice (un magnífico Ray Milland), que decide asesinar a su rica y bella esposa Margot (Grace Kelly en su primer filme con Hitch), debido a que él teme que ella lo deje por el escritor de novelas policiacas Mark Halliday (Robert Cummings). Para ello, planea meticulosamente un crimen perfecto que, por supuesto, no resulta así: el asesino (Anthony Dawson) es asesinado por la víctima y el detective encargado del caso, el inspector Hubbard (un brillante John Williams recreando en el cine el papel que había realizado en Broadway), resulta ser una especie de elegante Columbo avant- la-lettre.Sin embargo, siguiendo fielmente la tradición hitchcockiana, Tony Wendice es, de lejos, el personaje más atractivo y complejo de la película. Es inteligente, no tiene escrúpulos, es agudo y su mujer le ha sido infiel. Es decir, aunque el asesinato lo quiere cometer por dinero, su esposa -a diferencia de la obra teatral, donde ella no engaña al marido- no es ninguna blanca paloma. Este elemento de culpabilidad, la atractiva actuación de Milland, lo entrometido y pesado que resulta ser el amante y la típica manipulación de nuestros sentimientos por parte de Hitch, provoca que una parte de nosotros, aunque condena la planeación del crimen, desea que el marido salga impune. Y vaya que el criminal no nos decepciona ni aun en su momento de postrer derrota. Al contrario, nunca pierde la compostura. Quién fuera como él. Como villano de Hitchcock.