Emily Brontë por P. Brontë
La gran mayoría de los humanos lectores cree, que el apellido solo correspondíaa Emily Jane Brontë poetisa y narradora británica, autora de una única y extraordinaria novela que le dio celebridad, Cumbres borrascosas (1,847), considerada una de las mejores narraciones en lengua inglesa y la obra maestra de la narrativa romántica victoriana o, a Charlotte Brontë, autora de Jane Eyre, su obra más conocida pero no la única; y del todo desconocemos la existencia de Anne Brontë, la menor de ellas, y muchísimo más sobre Branwell Brontë, el único hijo varón de la familia que, según dicen algunos fue el verdadero creador de Cumbres borrascosas, pero que fue eliminado de la historia por orden de Charlotte, quien lo detestaba a morir. Y es debe de tomarse en cuenta que esta era una familia que, según yo, por ciertos comportamientos tenia una fuerte voluntad de locura inmersa en ellos.EmilyJane Brontë; Thornton, 1818, Haworth, 1848, fue la quinta hija de Patrick Brontë, anteriormente referenciado, un párroco anglicano de origen irlandés, excéntrico y cerrado. Tenía dos años cuando la madre murió en 1821, y el padre quedó una prole enfermiza, muy precoz y llena de ímpetus artísticos compuesta por cinco niñas y un muchacho de tan solo tres años, aunque la tuberculosis no tardó en llevarse a las dos hermanas mayores.
Al año siguiente, con escasos tres y cuatro años, junto con María de 7 y Elizabeth de 6 fueron enviadas a una institución educativa para mujeres. Las dos mayores no sobrevivirían el año y morirían al cabo de unos meses después de su regreso, y las otras, confiadas a los ásperos cuidados de una tía materna, vivieron años solitarios entre la salvaje y desolada vegetación del país; en el que el espíritu de la pequeña Emily comenzó a padecer las voces místicas y sobrenaturales, metafísicas y demoníacas, que su padre escuchaba en los grises acontecimientos de sus días: existe todavía en el pueblo quienes dicen que no era mentalmente muy inestable y con un carácter fuerte que era capaz de sacar sangre a los animales o, a quién fuera cuando se violentaba, comportamiento que se manifestaban constantemente desde la muerte de su madre, solo que en ellas se manifestaba en soledad y melancolía, mudo éxtasis de silvestres alegrías, que compartían con una pasión inaudita.
Emily Brontë por Patrick Brontë
La unión entre las hermanas Brontë se evidencia en que juntas hicieron muchas cosas. En 1,842, decididas a ganarse la vida con la enseñanza, Charlotte y Emily marcharon a estudiar francés a Bruselas; fue ésta una época de amargo destierro para Emily, torturada por la nostalgia de su agreste país, pero sobre todo el hecho de lidiar con niños malcriados e incorregibles, que la hicieron alejarse de la idea de montar una escuela, pero continuaron con su escalada literaria.Los poemas de Emily Brontë muestran una profunda vitalidad que, privada de las circunstancias de toda posibilidad de expansión, se orienta con ardor hacia el espíritu, alimentándose de sí misma, en su capacidad de multiplicar las resonancias de todo hecho por pequeño que sea y de amar a la naturaleza aun en el aspecto triste y salvaje de la región donde pasó lo mejor de sus años. Son especialmente celebrados sus poemas "Remembranza" (sin duda la más bella poesía del conjunto), "Una escena de muerte" y "Mi ánimo no es vil".
De vuelta a Haworth, la parroquia donde su hermano Branwell, embrutecido por el abuso de alcohol y opio, se entregaba a terribles accesos de cólera, Emily escribió poesías; sus versos, confesiones líricas de su alma ingenua y tenaz, que fueron publicados en 1,846, gracias al interés de Charlotte, en una colección de poemas de las tres hermanas: Poesías de Curre, Ellis y Acton Bell; sólo dos ejemplares de esta obra se vendieron. Lejos de decepcionarse plantearon publicar cada una, una novela con su nombre real, en respuesta que se les dijo que la literatura no era lugar para mujeres…
No resultó más afortunada la publicación, el año siguiente, de Cumbres borrascosas, la gran novela de Emily, posiblemente la expresión más genuina, profunda y contenida del alma romántica inglesa, con un estilo vigoroso, clásico, de frase extraordinariamente sonora. También por la complejísima construcción de voces y de tiempos, que va refractando los hechos narrados hasta convertirlos en fragmentos oscuros u oníricos que dejó en claro la excelentísima versión cinematográfica de William Wyler, 1,939, protagonizado por Laurence Olivier y Merle Oberon.
Su segunda experiencia como institutriz, redundo en el comportamiento anterior, aunque en esta ocasión, pudo no sólo dominar a sus alumnas Bessy y Mary, sino que consiguió que las niñas le tomaran verdadero afecto y no la olvidaran nunca. Su corta vida, estuvo desprovista de amor, se dice que al igual que Emily no le interesaban mucho los hombres, y se desliza melancólica entre sus clases, sus novelas, sus paseos por la playa de Scarborough en vacaciones, y el cuidado obsesivo que tenían las tres hermanas, por Branwell el niño mimado de la familia a quien se le toleraba cualquier cosa. En el caso concreto de Anne, ella compartió con su hermano la enseñanza de los niños de la familia del reverendo Robinson. Lo introdujo personalmente allí con objeto de que diera clases de música al pequeño Edmund, con el resultado desastroso de que Branwell se enamoró de Lydia Robinson, la madre de su discípulo. La pasión, que duró dos años y medio, ocasionó un verdadero drama familiar para los Brontë -por no hablar ya de los Robinson-: Branwell se dio a la bebida y al opio, sin posibilidad de enmienda, por lo que Charlotte más lo detestaba.
Este episodio serviría para que Anne escribiese, La inquilina de Wildfell Hall, obra criticada hasta Charlotte por considerarla no apropiada, debido a la crudeza del tema: una mujer que abandona a su esposo y se lleva a su hijo para vivir y trabajar sola no es literatura femenina, pero actualmente muy consultada en temas de violencia de genero intrafamiliar, porque todas las hermanas se inspiraron en un hombre caprichoso, violento, colérico, débil de carácter y apasionado, siempre egoísta y manipulador, que no era otro que Branwell.
Los postreros días de Anne Brontë fueron tan románticos y tristes como cabía de esperar; fue apagándose como una vela y sus últimas palabras, dedicadas a la sobreviviente, que no se separaba de su cabecera, fueron estas: -Ten valor, Charlotte, ten valor. Pronto nos encontraremos de vuelta...Para La Coleccionista de Espejos: Dlia McDonald WooleryInformación y fotografías tomadas de internet