Siguiendo los pasos de aquel Zapatero que firmó el Pacto del Tinell con radicales y separatistas para aislar al PP, Sanchez, como un vulgar Zapatero II, se he desmarcado de cualquier posición que intente devolver al PSOE su carácter de Partido español y socialdemócrata.
La obsesión anti-PP se ha convertido en la espina dorsal de la estrategia de Sánchez, una política suicida que le hace perder los votos de los muchos socialistas serios y decentes, a los que repugna vincular su destino a separatistas explícitos, populistas radicales, resentidos, o enemigos declarados de la Constitución y de la reconciliación nacional.
Sánchez está inmerso en una dinámica demencial de fobia enfermiza y de ansias de poder que le lleva a una búsqueda constante de votos a través del enfrentamiento con la derecha, incluso en temas contrarios al interés general y el bien común.
Parece increíble que el PSOE, al que Zapatero condujo hasta el borde de la destrucción, no haya aprendido de aquella experiencia y continúe apostando por líderes cuya ruta, como la trazada por ZP, conduce hacia el enfrentamiento entre los españoles, el odio y el revanchismo más estéril, sobrepasando una y otra vez esa "línea roja" que los partidos políticos jamás deben cruzar: la que antepone los intereses propios al bien común.
España está viviendo momentos cruciales de su Historia y se enfrenta a dramas que requieren la unidad y el consenso de los demócratas y el sacrificio por la nación y el bien común, pero algunos partidos políticos, minados e infectados por la corrupción y el abandono de los valores y de las ideas nobles, prefieren luchar por un puñado de votos que por el bien de su país.
Es cierto que unirse en alianza con Rajoy, todo un mequetrefe de la política que pasará a la historia por su cobardía, falta de ideas e inmovilismo, puede resultarle repugnante, pero el deber de un dirigente político es siempre anteponer el bien común a cualquier otra opción, algo que parece desconocer Pedro Sánchez y los socialistas que le apoyan como líder. Parar los pies a Artur Mas y su turba independentista descerebrada y mentirosa es un deber prioritario, como también lo es luchar por el despegue económico y la regeneración, prioridades infinitamente mas importantes para un político de altura que supeditar toda su estrategia a ganar votos mediante el odio, la división y la pugna incesante.